Carta de un cristiano a un corrupto

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Una cosa es escribir contra la corrupción (y creo que de mi parte lo estoy haciendo) y otra muy distinta es escribir una carta (me gustaría más que fuera una conversación a solas con él) a un corrupto.

Un cristiano no deja, por ser humano, de ser limitado (pecador) y un corrupto también lo es. Digo esto porque lo que voy a escribir en absoluto lo hago sintiéndome como superior a nadie.

El pobre que carece de lo esencial es preferido por el Dios de Jesús que le ayuda para salir de su pobreza.

El corrupto que robando está destrozando al Paraguay, es preferido por Dios de Jesús, pero tiene que salir él mismo de su corrupción.

Por mi fe en Dios y como ser humano, personalmente me sitúo al lado de ellos, como pobre en muchas cosas, para servirles y para decirles:

Con humildad al pobre que lucha contra la injusticia material que le oprime, hace lo que Dios quiere y que para eso me tiene a sus órdenes.

Con humildad al corrupto que devuelve la plata que robó y que adora como a su dios, hace lo que el Dios de Jesús quiere y que para animarle a hacerlo me tiene a sus órdenes.

Estos son mis deseos más grandes.

Aunque tenga que confesar que los pobres materiales cuando me acerco a ellos me acogen con alegría en lo poco que les puedo ayudar.

Sin embargo, por los corruptos materiales soy repelido aún estando lejos, cuando he intentado hablar con ellos para poder conseguir algún tipo de cambio.

Creo que esta Carta de un cristiano a un corrupto que les expongo va a tener que tener una segunda parte.

Todo lo que quiero decirles no cabe en las 324 palabras de que dispongo.

Un último pensamiento, por hoy, al corrupto: Por favor carpe diem para cambiar, porque el tiempo se te acaba.

Pa’i Oliva

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