Candidatos con dueño

Por Susana Oviedo – soviedo@uhora.com.py

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Cada vez que sentimos frustración por la apatía de los ciudadanos, por la amplia tolerancia al latrocinio y por la falta de autonomía y de buenos criterios que demuestran los compatriotas a la hora de elegir...

Cada vez que decepcionados confirmamos que vivimos en un país con una ciudadanía anestesiada, que no reacciona siquiera frente a los abusos y festines que realizan quienes administran el Estado...

Cada vez que criticamos la calidad de quienes ejercen la representación de nuestro pueblo o nos ahogamos en tristeza porque hay conciudadanos que cuestionan que haya organizaciones que defienden los derechos humanos. O que morimos de vergüenza porque aplauden las “graciosas” actuaciones de personajes como el diputado Carlos Portillo...

Cada vez que nos preguntamos cómo un Fernando Lugo pudo llegar a obispo y luego a presidente de la República, solo por citar al último de los presidentes electos antes de Cartes...

Entonces, debemos detenernos, respirar hondo, y mirar el funcionamiento de los partidos políticos. Particularmente los tradicionales que, por centenarios, deberían acreditar mayor institucionalidad y ejercicio democrático.

Fíjense en lo que está pasando en este momento: hubo gran revuelo y mediatización del Partido Colorado para la definición del tablero electoral interno. Pero las bases, es decir, los afiliados, no tuvieron ni siquiera un remedo de participación en esta parte de la configuración de las candidaturas que pugnarán por la presidencia de la histórica agrupación política.

El camino seguido, una vez más, no fue de abajo para arriba, sino al revés. Los líderes de los grupos, antiguos y nuevos, de colorados empotrados en el poder, establecieron a quién hay que votar, y punto. Ni por asomo se plantearon la idea de ensayar algún mecanismo de participación para involucrar ya desde esta etapa a las bases. Por eso, de nuevo no surgió el candidato tal o la candidata X, sino “el candidato de...”. Es decir, personas que pertenecen y deben obediencia a alguien, no a las bases.

No son figuras con respaldo popular, sino prefabricadas, concebidas entre 4 paredes. No son fruto del esfuerzo y la trayectoria personal y política, ni del arrastre que poseen.

El candidato del presidente Horacio Cartes para presidir el Partido Colorado es un gobernador de desteñida actuación. Su rival es hijo de un personaje de la dictadura, que hasta hoy es protagonista de los chistes paraguayos. Pero todo eso es relevante, lo que importa es quién o quiénes sostienen o decidieron que ellas sean los elegidos.

De esta manera echó a andar nuevamente el oxidado engranaje antidemocrático de uno de los dos partidos tradicionales y, de paso, en su ruidoso funcionamiento nos recordó por qué nos cuesta ser ciudadanos y democráticos.

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