26 abr. 2024

Necesitamos algo más que memes y burlas

Desde mi balcón

Sé que el humor criollo es y ha sido, históricamente, muy especial. Pero, la famosa idiosincrasia paraguaya siempre tuvo esa capacidad de generar en mí un sentimiento de desconcierto.

Muchos la atribuyen a los años de gobiernos dictatoriales que afectaron al país a lo largo de casi toda su historia. Supongo que sociólogos y sicólogos sociales podrán explicarlo mejor que yo.

Lo cierto y lo concreto es que a mí no termina de sorprenderme esa reacción que genera en una gran parte de nuestra sociedad una cuestión que tiene que ver con el manejo, mal manejo o despilfarro de los bienes del Estado.

No sé a usted, pero a mí, ver publicados esos escandalosos robos al Presupuesto General de la Nación, disfrazados de bonificaciones y beneficios salariales para grupos de funcionarios privilegiados del Estado, me llenaron de indignación y de rabia, primero; después, vino la depre al compararlos con mi salario... mejor ni le cuento lo que le dije a mi jefe.

La cuestión es que ver publicado lo que de alguna manera ya lo sabíamos (siempre se habló del manejo discrecional del Estado por parte de los mandamases de turno en el Gobierno) me produjo rabia no risa.

Los memes y correos que comenzaron a invadir las redes sociales con esa temática –hay que reconocerlo– son y siguen siendo una verdadera gala de creatividad y humor sarcástico, pero solo sirven para eso, para desahogarnos, y después ¿qué? ¿Los vamos a votar a todos de nuevo?

Si hasta el Frente Guasu pretende hacernos creer que ellos no son culpables de nada cuando fueron gobierno y manejaron igual de mal que sus antecesores el dinero público.

Es decir, a más de creativos y chistosos memes, debemos hacer más presión y exigir un manejo transparente, honesto y apropiado del Estado.

Después de todo, las rutas y obras de infraestructura que no tenemos; las escuelas y colegios que no existen; los hospitales y centros de salud que faltan; las plazas y parques que desaparecieron; el alto nivel de formación del que carecemos, en fin esa calidad de vida que como ciudadanía, como sociedad, no logramos alcanzar, son también –en gran medida– responsabilidad nuestra.

La corrupción está tan extendida y generalizada en nuestra querida nación que, quien más quien menos –estoy segura–, está especulando ya con el cargo de “director de Fotocopias del Senado” o ascensorista del BCP o secretaria de algún miembro de la Corte Suprema de Justicia