Vaciemos las cárceles

Por Fernando Boccia Torres – fernando-boccia@uhora.com

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Por Fernando Boccia Torres – fernando-boccia@uhora.com.py

En los últimos cinco años prácticamente se duplicó la cantidad de personas presas en las cárceles de Paraguay. Hay que tener en cuenta que durante seis años, de 2004 al 2010, la cifra se mantuvo oscilando alrededor de 6.100 reclusos. ¿Qué factores motivaron que el número se dispare a partir del 2010 y ahora tengamos más de 12.400 internos en las 16 cárceles del país? ¿Por qué en este periodo? Es un fenómeno que, sin dudas, deberá ser estudiado y explicado por instituciones y expertos en la materia.

Algunas cuestiones que fomentan ese crecimiento desmesurado de la población penitenciaria, no obstante, son bastante fáciles de reconocer. El uso exagerado de la figura de prisión preventiva es uno de estos elementos. Casi el 78 por ciento de los reclusos en Paraguay no tienen condenas y, consecuentemente, son inocentes hasta que se pruebe lo contrario. El caso de Moria Casán es un claro ejemplo de esa política de mano dura que tiene como objetivo primordial encerrar a los procesados, a pesar de que no existan motivos fundados para ello.

Ante los sectores que defienden el encarcelamiento masivo de las personas como medida de seguridad ciudadana para prevenir otros delitos, el miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, James Cavallaro es tajante: “La idea de que una mayor utilización de la prisión preventiva es una vía de solución al delito y a la violencia es una falacia muy común en las Américas. No hay evidencia empírica para apoyar esa falacia”. Este es otro punto clave: el aumento de la población penitenciaria es un problema mundial.

A esto hay que sumar el problema del microtráfico y el crac, que consume bajo el silencio cómplice del poder a miles y miles de chicos cada vez más sumidos en las calles, en sus latas, en la desesperanza.

El sistema penitenciario es uno de los mejores ejemplos de los problemas estructurales que nos aquejan como sociedad y Estado. Ya no podemos hablar de bomba de tiempo si las cárceles están rebosando de hombres y mujeres abandonados a su suerte con una única consigna: sobrevivir. La bomba ahora está explotando en nuestras manos y esperar que una ministra de Justicia o un gobierno arreglen por sí solos un sistema quebrado simplemente parece iluso. Los 12.400 presos en Paraguay nos interpelan diariamente desde sus celdas a dejar de proyectar la construcción de más cárceles para empezar a pensar en cómo vaciarlas.

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