Sobre el zika y otras pestes

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Asustan. Las epidemias y su proximidad remiten a esos cuadros descritos con lúgubre maestría por los testigos e historiadores de las pestes negras de la Europa antigua, las cuales arrastraban miles de víctimas en su oscuro caudal.

Una descripción de antología es la de Manzoni, en su clásica novela Los novios, cuando con agudeza nos muestra cómo la peste corporal manifiesta, saca a flote, de forma patética aquellas otras “pestes” instaladas en lo profundo de nuestra psiquis y que desarrollamos de forma sistemática en un continuo proceso de deshumanización.

Además de la ignorancia y la irracionalidad, ante las amenazas cunden los prejuicios, las tergiversaciones, las decisiones apresuradas y muchas veces, la indolencia y la crueldad. Es lo que se ve venir con el zika.

Mientras unos más razonablemente estimulan a que ayudemos a eliminar los mosquitos transmisores y que brindemos socorro a las víctimas, otros apelan a planes delirantes y desorientadores, como aquel de prohibir embarazos por años o imponer el aborto, por aquello de que mejor muerto que posiblemente enfermo. Claro, siempre que el muerto no sea uno mismo. El fatalismo es tan dañino como la desidia.

No faltan los vendedores de ungüentos y los pescadores de río revuelto que ya tienen redondo el negocio con patentes de vacunas y presiones para imponer su propia agenda comercial y política universal...

Los seres humanos somos extraños y misteriosos. El temor al dolor y a la muerte se arropa a veces de una irónica pretensión de control total. Y esta neurosis se repite en cada generación.

En vez de enfrentar la realidad sacando lo mejor de nuestra cosecha humanista, la ciencia, la experiencia y la virtud, aceptando también los límites, preferimos hacernos a la idea de que sí podemos con todo, siempre que sean otros los que carguen con la “culpa” de nuestros fracasos. Y el contrasentido está en que la pretensión de control absoluto siempre victimiza a tantos o a más seres humanos que los que pretende proteger.

Un antídoto de sentido común y de memoria histórica nos vendría muy bien en esta situación ciertamente delicada. Hace no poco teníamos la influenza A H1N1, el ébola, ahora es el zika. Pero ¿de qué nos servirá vencer al zika si perdemos en humanidad? Cuidado, a veces, como decía Mafalda, “lo urgente no deja tiempo para lo importante”.

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