Permanecerá hasta el fin de los tiempos

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Hoy meditamos el Evangelio según San Juan 21,1-19… Narra el Evangelio de la Misa que los apóstoles se dirigieron hacia la otra orilla, hacia Cafarnaún. Ya había oscurecido y Jesús no estaba con ellos. Por el Evangelio de San Mateo sabemos que se despidió también de ellos y subió a un monte a orar. El mar estaba agitado por el fuerte viento que soplaba, y la barca estaba batida fuertemente por las olas, por tener el viento en contra.

La tradición ha visto en esta barca la imagen de la Iglesia en medio del mundo, zarandeada a lo largo de los siglos por el oleaje de las persecuciones, de las herejías, de las infidelidades. «Aquel viento –comenta santo Tomás– es figura de las tentaciones y de las persecuciones que padecerá la Iglesia por falta de amor. Porque como dice san Agustín, cuando se enfría el amor aumentan las olas... Sin embargo, el viento, la tempestad, las olas y las tinieblas no conseguirán que la nave se aparte de su rumbo y quede destrozada». Desde los primeros momentos tuvo que afrontar contradicciones de dentro y de fuera. También en nuestros días sufre esos embates nuestra Madre la Iglesia, y con ella sus hijos. «No es algo nuevo. Desde que Jesucristo fundó la Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido persecución constante. Quizá en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos casos, se trata de una persecución solapada. Hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia (...).

(…) En nuestra vida personal quizá no falten tempestades y, con más o menos frecuencia, situaciones en las que deberemos rectificar el rumbo, porque nos hayamos desviado. Entonces, procuremos ver al Señor que viene siempre entre la tormenta de los sufrimientos, sepamos aceptar las contrariedades con fe.

El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “Jesús resucitado prepara de comer a sus discípulos y, tras haber comido, inicia un intenso diálogo entre el Señor y Pedro. En este, hay tres miradas diferentes: de elección, de arrepentimiento y de misión.

Primera mirada. El entusiasmo: Al inicio del Evangelio de Juan cuando Andrés va a ver a su hermano Pedro y le dice: ‘¡Hemos encontrado al Mesías!’, hay una mirada de entusiasmo. Jesús fija su mirada sobre él y le dice: ‘Tú eres Simón, hijo de Jonás. Serás llamado Pedro’. Es la primera mirada, la mirada de la misión. Por tanto, hay una primera mirada: la vocación y un primer anuncio de la misión.

Segunda mirada: el arrepentimiento: Después, en la noche dramática del Jueves Santo, cuando Pedro reniega de Jesús tres veces. El Evangelio de Lucas dice: ‘Y Pedro lloró amargamente’. Aquel entusiasmo de seguir a Jesús se convirtió en llanto, porque él ha pecado, él ha renegado a Jesús. Aquella mirada cambia el corazón de Pedro, más que antes. El primer cambio es el cambio de nombre y también de vocación. Esta segunda mirada cambia el corazón y es un cambio de conversión al amor...

Tercera mirada: la misión: La mirada es la confirmación de la misión, pero también la mirada en la que Jesús pide a Pedro que le confirme su amor. Y tres veces el Señor pide a Pedro la manifestación de su amor y lo exhorta a apacentar a sus ovejas. A la tercera pregunta, Pedro permanece entristecido, casi llora...

(...) Jesús nos mira siempre con amor. Nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión...”.

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