Otra muerte que duele y nos desnuda como sociedad

Por Susana Oviedo - soviedo@uhora.com.py

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Asesinada a golpes.

Así se resume el triste final de una niña de 14 años que la semana pasada falleció a consecuencia de un politraumatismo y hemorragia interna, causados por los golpes que recibió de su tutor/patrón en la casa donde era la criadita/esclava.

La adolescente pasó a ser otra de las tantas víctimas de la enraizada práctica cultural del criadazgo, que somete al desarraigo, al desamor y a la explotación a cientos de niños que tienen la mala fortuna de haber nacido en un país donde los derechos humanos se cumplen a medias, y adquieren vigencia plena, según el nivel económico de las familias.

Con su muerte volvemos a tomar conciencia de que vivimos en una sociedad doblemoralista en la que al mismo tiempo que se echa el grito al cielo ante un hecho como el que estamos lamentando en estos momentos, se calla cuando tras los muros de una casa se sabe que un niño o una chiquilla está siendo maltratado. O muy pocas personas están dispuestas a abrir sus hogares como familias acogedoras transitorias a niños en situación de vulnerabilidad, ante la ausencia de instituciones públicas decentes para el mismo objetivo.

Es esta la sociedad en la que a 15 años de haberse adoptado un nuevo Código de la Niñez y la Adolescencia, todavía sigue sin funcionar eficazmente el sistema de protección integral concebido para salvaguardar a los niños y a los adolescentes del país, y para la mayoría de los municipios las Consejerías de la Niñez y la Adolescencia (Codenis) son las dependencias menos relevantes del gobierno local. Sirven para ubicar la clientela política del partido al que pertenece el intendente de turno. Lo ocurrido con la nena de 14 años desnuda al Paraguay profundo donde todavía se consiente que las niñas, por ser tales, están predestinadas a las labores domésticas y a obedecer y servir al varón. Y donde no escandalizan los embarazos adolescentes.

Descubre a un país donde para una gran mayoría los niños son vistos como propiedad y no como sujetos de derechos. Por eso no está mal que los padres que no pueden garantizarles la manutención los entreguen a terceros, supuestamente, para que accedan a la escuela y reciban los cuidados básicos, aunque en realidad lo que subyace es una concepción utilitarista del niño, como mano de obra que puede contribuir al mantenimiento de la familia.

El Estado dio las espaldas a esta chiquilla, como a tantos otros cuya situación ignora. Desde el momento que fue entregada a un matrimonio y no verificaron el trato que estaba recibiendo, la abandonaron a su suerte.

Hay una cadena de responsabilidades incumplidas, que no puede quedar impune.

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