La reforma educativa es tarea ineludible y urgente del MEC

Tras el bochornoso escándalo de la disputa por el poder en el Ministerio de Educación (MEC), es necesario que esa estratégica institución del desarrollo de nuestro país supere del todo las rencillas internas y se ponga a mirar hacia adelante para enfocarse de lleno en la urgente e indispensable tarea de concretar la reforma educativa. El Paraguay necesita imperiosamente un nuevo modelo educativo que responda a las exigencias del mundo actual, supere sus limitaciones y sea capaz de contribuir con eficacia en la búsqueda de una mayor calidad de vida, desde parámetros de equidad que permitan dejar atrás el largo tiempo de postergación de sectores menos favorecidos económicamente.

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La mala elección de las principales autoridades del MEC por parte del presidente de la República, Mario Abdo Benítez, derivó en una puja interna que desembocó en la destitución de una de las partes en conflicto. Esa situación, además de empañar la imagen de tan importante institución, debilita su capital de credibilidad tan necesaria para su desempeño.

Ya con las aguas más tranquilas, aunque con varios frentes de conflicto activos o potenciales, se impone que el MEC mire hacia adelante y consulte con los sectores involucrados en la educación pública. Esa misión es la de articular un proyecto que en un lapso no mayor a dos años permita contar con una reforma educativa que responda a las exigencias de los tiempos que vivimos considerando las limitaciones, pero también mostrando los andariveles por los que se puede transitar para conseguir que la educación sirva como instrumento eficaz de cambio social.

Hay que partir de la idea de que la educación, como se la presenta a veces, no es la panacea del desarrollo de un pueblo porque no puede hacer milagros en un país donde las desigualdades son tan grandes, tantas las injusticias y el capital humano carece de la formación suficiente como para ser agente eficaz de transformación social.

Es sí un instrumento fundamental para luchar contra la pobreza formando a niños y jóvenes con conocimientos sólidos y sentido crítico a partir de un sistema que tenga como consecuencia la inserción protagónica de los egresados en la sociedad. Para alcanzar esa educación que redunde en mayor calidad de vida de la población, es imprescindible dejar atrás el actual modelo educativo vigente desde la década de 1990.

La formación de los jóvenes que en la actualidad egresan de la secundaria, tras 12 años de estudios, es cada vez más deficitaria. Así lo corroboran los datos de las pruebas del Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (Snepe) que tomados en 2015 nos ofrecen unos resultados catastróficos: el rendimiento de los estudiantes es bajo en todas las áreas evaluadas. Estos datos duelen pues nos muestran el verdadero estado de nuestra educación. Pero deben ser la motivación para avanzar y realizar los cambios.

Es del diagnóstico de la realidad que hay que partir para establecer un nuevo orden educativo. La participación en consultas y debates de toda la sociedad, principalmente de los sectores vinculados a la educación, a lo que habrá que agregar el aporte de los técnicos en educación permitirán contar con un cimiento sólido para establecer los nuevos fines, objetivos, planes y programas.

Está muy bien que el ministro Eduardo Petta dirija su artillería investigativa contra los corruptos del MEC, pero tiene que recordar que la promesa de este Gobierno es dotar al país de una educación pública de excelencia. La reforma educativa es el buque insignia de esa propuesta. Para alcanzar esa meta tendrá que acelerar a fondo para recuperar el tiempo perdido y avanzar a marcha forzada.

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