Esperando al Señor

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Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 12: 32-48.

La liturgia de la palabra de este domingo nos recuerda que la vida en la tierra es una espera, no muy larga, hasta que venga de nuevo el Señor.

Jesús nos exhorta a la vigilancia, porque el enemigo no descansa, está siempre al acecho, y porque el amor nunca duerme.

Poco tiempo nos separa de ese encuentro definitivo con Cristo, cada día que pasa nos acerca a la eternidad.

Puede ser este mismo año, o el que viene, o el siguiente. De todas formas, siempre nos parecerá que la vida ha ido muy deprisa.

A la vigilancia se opone la negligencia o falta de solicitud debida, que procede de cierta desgana de la voluntad. Estamos vigilantes cuando hacemos con hondura el examen de conciencia diario. Mira tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a los que te rodean.

–Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos errores, esas equivocaciones –como se cultivan los microbios en el laboratorio–, con tu falta de humildad, con tu falta de oración, con tu falta de cumplimiento del deber, con tu falta de propio conocimiento. Y después esos focos infectan el ambiente.

–Necesitas un buen examen de conciencia diario, que te lleve a propósitos concretos de mejora, porque sientas verdadero dolor de tus faltas, de tus omisiones y pecados. El Señor debe encontrarnos preparados a cualquier hora en que se presente, en cualquier circunstancia.

A propósito del Evangelio de hoy dijo durante una misa en Santa Marta y en su homilía, el Santo Padre explicó que el consejo de Cristo de no acumular tesoros en la tierra es una invitación a la prudencia, porque lo que ofrece el mundo no es seguro, sino que se arruina o es arrebatado por los ladrones. Estos tesoros, señaló, son principalmente tres.

El primer tesoro: El oro, el dinero, las riquezas. Pero con estos no están seguros porque, tal vez, te lo pueden robar, ¿no?; No, yo estoy seguro con las inversiones, ¡pero quizá el mercado de valores se derrumba y te quedas sin nada! Y luego dime: ¿un euro de más te hace feliz o no? La riqueza es un tesoro peligroso, peligroso, advirtió el Papa.

Según Radio Vaticano, Francisco señaló que si bien las riquezas son buenas y “sirven para hacer un montón de cosas buenas, para llevar adelante la familia”, si es acumulada “como un tesoro, ¡te roban el alma! Jesús, en el evangelio, vuelve sobre este tema, las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre el poner las esperanzas en las riquezas”.

El otro tesoro, prosiguió, “es la vanidad: El tesoro de tener un prestigio, de hacerse ver”. Y Jesús, advirtió Francisco, “siempre condena esto”. Pensemos “qué dice a los doctores de la ley cuando ayunan, cuando dan la limosna, cuando rezan para hacerse ver”. La vanidad, subrayó el Papa, “no sirve, termina”. San Bernardo, recordó, afirmó que la “belleza terminará por ser pasto a los gusanos”.

El tercer tesoro es “el orgullo, el poder”. Para ello, recordó la lectura que narra la caída de la cruel reina Atalía. “Su gran poder duró siete años, luego fue asesinada. ¡El poder termina! ¡Cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder han terminado en el anonimato, en la miseria o en la prisión!” De aquí la exhortación a no acumular dinero, vanidad, orgullo, poder, porque estos tesoros “no sirven”. En cambio el Señor nos pide que acumulemos “tesoros del cielo”

Por ello, invitó a los fieles a pedirle a Cristo que “nos dé esta prudencia espiritual, para entender bien dónde está mi corazón, al lado de qué tesoro está unido mi corazón. Y que nos dé también la fuerza para desencadenarlo, si está encadenado, para que sea libre, luminoso y nos dé esta hermosa felicidad de hijos de Dios: La verdadera libertad”.

(Frases extractadas de http://www.homiletica.org y https://www.aciprensa.com/noticias).

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