Es hora de dar respuestas a los reclamos de campesinos

La patria nueva que reivindica la Federación Nacional Campesina (FNC) aún está muy lejos de concretarse en mejores condiciones de vida para los agricultores pobres, que llegan a Asunción cada año para hacer oír con más fuerza sus voces de reclamo y descontento a las autoridades. La insistente reiteración de sus peticiones evidencia la falta de respuestas para un sector social que exige hace 22 años medidas globales eficaces en el marco de una verdadera reforma agraria. Esta falta de avance efectivo debe obligar a la administración del presidente Horacio Cartes a buscar salidas a los planteamientos de quienes son las principales víctimas de la exclusión social de los que una y otra vez han venido a pedir el fin de la inequidad.

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El último cuarto de siglo ha sido para los agricultores minifundiarios del país de profundas transformaciones, tanto en lo económico como en lo político. El modelo agroexportador de granos los ha ido arrinconando paulatinamente hasta embretarlos en un esquema obsoleto que 25 años de democracia no han modificado a través de un mejor reparto de la riqueza.
La ausencia de una reforma agraria que pasara del discurso a los hechos, de los entusiasmos pasajeros a las respuestas concretas a las necesidades de mejores condiciones de vida en las áreas de salud, educación, infraestructura de comunicaciones y otras, evidencia el poco interés de los gobiernos que han llegado después de la caída de la dictadura.
Por eso, el drama de los campesinos, en vez de reducirse, ha ido en permanente aumento, según se constata en comunidades rurales marginadas de las comodidades y los servicios mínimos a los que las personas –por el hecho de ser tales– tienen derecho a disfrutar.
En varios pasajes de la era post-Stroessner los gobiernos se han jactado de que el país cuenta con una macroeconomía saludable que no conoce los vaivenes de aquellas naciones con altos índices de inflación anual, elevada deuda externa, significativo porcentaje de desempleo y otros indicadores de inestabilidad y zozobra permanentes.
El flujo favorable de dinero que ha llevado a algunos sectores sociales a acceder a mejores condiciones de vida, sin embargo, no se ha derramado en los segmentos más pobres. Aquí, los que han quedado más rezagados son los que viven en zonas rurales.
Si bien se han implementado programas para disminuir el impacto de la pobreza entre los agricultores pobres, los mismos se parecen más a acciones asistencialistas sin futuro que a un verdadero intento de llevar calidad de vida a los hogares, promover la dignidad humana y apuntar a que las personas alguna vez gestionen autónomamente su bienestar.
Debido a que lo poco que se realiza se hace mal y al desinterés de los gobernantes de mejorar la situación de los desamparados que todavía viven en sus parcelas o están en pie, luchando para conseguir un pedazo de tierra para cultivar, es que los de la FNC siguen llegando a la capital con un libreto que varía en matices, pero que en lo fundamental sigue siendo el mismo.
Hasta ahora los políticos han cerrado los ojos y los oídos a los reclamos campesinos sin considerar que el agravamiento de la pobreza por la falta de respuestas eficaces a sus pacientes peticiones puede acarrear, a corto plazo, graves consecuencias al país.
Es impostergable entonces que el Gobierno del presidente Cartes atienda los planteamientos de los campesinos, a la par que el Congreso y el Poder Judicial hagan lo mismo para hacer realidad la patria nueva que sueñan en un país con justicia social para todos los sectores sociales.
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