El feminismo herido

Gustavo A. Olmedo B.

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Con la viralización de la performance chilena Un violador en tu camino, preparada como denuncia contra la violencia de género, el tema del feminismo y sus formas de expresión volvieron a ser motivo de discusión en las redes y los pasillos del día a día.

Y es que, tristemente, hay que reconocer que el feminismo, entendido como ese movimiento que busca reivindicaciones adecuadas y razonables para la mujer, está sufriendo un proceso de distorsión y manipulación que, a la postre, resulta negativo para las mismas beneficiarias, así como destructivo para auténticas organizaciones del sector.

El uso de la violencia como forma de expresión, el apego al lenguaje agresivo y cargado de rabia y hasta prepotencia; la idea del varón como enemigo y no compañero, el desprecio hacia la vida en el vientre materno, incluyendo a las mujeres por nacer; entre otras características expuestas por ciertos grupos radicalizados y muy publicitados por los medios, terminan enturbiando las reivindicaciones justas y necesarias.

Propugnar consignas como “Machete al macho” o “Abortá un macho”; el defecar en los templos y propiciar su quema, como ocurre en cada movilización de noviembre en varios países del mundo, no hacen sino herir de muerte al feminismo real y llenar de prejuicios esa lucha necesaria de las mujeres por sus derechos. La violencia, el odio y la eliminación del ser humano (aunque sea del “macho”) no serán nunca herramientas ni lenguajes válidos para grupos que reclaman justicia y respeto de manera honesta.

Estas organizaciones caen en contradicciones imposibles de justificar. No se puede defender la vida de las mujeres –“Ni una menos”– justamente promoviendo la muerte de aquellas que están creciendo y tienen el derecho de nacer. Es ilógico reclamar respeto, al mismo tiempo que promover, avalar o callar el atropello y la destrucción como método de manifestación. ¿Cómo motivar al diálogo con el sexo distinto, si siempre lo exponemos como enemigo?

A todos nos consta que son muchas las mujeres que no se sienten representadas por estos movimientos. Lastimosamente, los mismos han sido copados por grupos radicalizados –en su mayoría de izquierda– que utilizan los justos reclamos y necesidades para alcanzar sus objetivos e instalar estereotipos. Son miles las personas que no se encuentran identificadas con estos métodos y formas de pensamientos, algunos hasta jocosos, como el caso de la pareja de vegana feminista española que hablaba de “gallos que violan a las gallinas”.

El problema no es con el feminismo ni con las mujeres, sino con la manipulación y apropiación de ciertos grupos que se vienen fortaleciendo desde algunos años ante una mirada acrítica y complaciente de los medios de comunicación y hasta de ciertas autoridades, que no se animan a cuestionar cierto tipo de expresiones, simplemente porque no es políticamente correcto.

Muchas de estas organizaciones cuentan con el apoyo de organismos internacionales, como las Naciones Unidas, que deberían posicionarse en apoyo a formas de expresión y reclamos más racionales y respetuosos. Es necesario debatir estas prácticas y no caer en un espiral del silencio donde nadie quiere decir lo que realmente piensa.

Para que el feminismo no termine en una especie de machismo de signo contrario, es urgente instar al respeto y la racionalidad.

Por otro lado, aunque muchos no lo quieran reconocerlo, fortalecer la familia –la primera escuela– y la educación humana integral son factores claves en este campo. La violencia se combate desde la casa promoviendo el respeto de la dignidad de todo ser humano, el diálogo y la complementariedad entre varón y mujer. Urge educar en las diferencias en vez de buscar “parecerse cada vez más al varón”, como defienden algunos grupos, rechazando la belleza y la riqueza incalculables de la femineidad, con sus inigualables formas de expresión y desarrollo.

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