El Estado debe garantizar una vida digna a los jóvenes

El Mes de la Primavera y de la Juventud invita a pensar en la situación de los jóvenes en Paraguay. Las múltiples demandas y necesidades, así como los derechos vigentes que garantizan una vida digna a este sector mayoritario de la población, exigen al Estado respuestas integrales y de amplia cobertura, de manera a lograr altos niveles de bienestar en el presente y en el futuro. Las posibilidades de reducir la pobreza y las desigualdades, de generar un crecimiento sostenido en las próximas décadas y un camino seguro hacia el desarrollo requieren cambios estructurales en las políticas públicas. A pesar de los discursos de políticos, autoridades, referentes sociales y empresariales, el Estado está prácticamente ausente en lo que se refiere a las políticas públicas.

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Paraguay se encuentra en una etapa demográfica que ofrece grandes oportunidades para el desarrollo. La disminución de la tasa de fecundidad junto con un todavía lento proceso de envejecimiento hizo que la estructura etaria del país tenga una amplia base de personas en edad de trabajar, frente a una reducción del peso relativo de la niñez en el total poblacional y la todavía baja proporción de personas de 60 años o más.

Esta característica demográfica se traduce en la existencia de muchos jóvenes con posibilidades de trabajar y menos niños/as, adolescentes y personas de mayor edad. Por lo tanto, si invertimos esfuerzo, tiempo y recursos económicos con políticas integrales a la juventud, en el futuro podremos señalar que fue gracias a la implementación de planes y programas coherentemente diseñados y con recursos suficientes.

El análisis de las demandas estudiantiles derivadas de los conflictos de los últimos años, ya sea de secundaria o de la universidad, revela los acuciantes problemas en la educación. Baja cobertura, mala calidad del aprendizaje y deficiente infraestructura son los hechos que más resaltan en el discurso público y en la prensa.

Los bajos ingresos de los adultos de la familia obligan a la salida temprana de niños y adolescentes al mercado laboral, contribuyendo a interrumpir los estudios y a obstaculizar una trayectoria laboral de calidad en la juventud y adultez. El desempleo, el subempleo, la precariedad del trabajo y los bajos ingresos, características generales de la mayor parte de la población trabajadora, se acentúan en la juventud, llegando a duplicarse o triplicarse estos indicadores.

Casi no existen políticas culturales o deportivas, ignorando una de las demandas y necesidades más importantes de este ciclo de vida. Una tercera parte de la población juvenil está fuera del sistema educativo y tampoco trabaja debido a la necesidad de realizar tareas domésticas y de cuidado al interior de sus hogares. La mayoría son mujeres que interrumpieron sus estudios y están en total dependencia económica de otros. No hay una política de cuidado que beneficie a los llamados NINI.

Tampoco su salud está debidamente abordada. La cobertura de servicios adecuados a su perfil epidemiológico es baja y no ayuda a prevenir los riesgos que ellos enfrentan como las adicciones, el embarazo no deseado o el VIH/sida.

A pesar de los discursos de políticos, autoridades, referentes sociales y empresariales, el Estado está prácticamente ausente en lo que se refiere a las políticas públicas. Y en algunos casos cuando aparece su rol es punitivo y contribuye a una mayor exclusión y no a solucionar los problemas desde la causa como es el caso de los llamados limpiavidrios.

Paraguay ya está camino a perder las ventajas del bono demográfico. Ya llegó tarde a un conjunto de jóvenes que no se formaron adecuadamente para lograr una vida libre y autónoma en su adultez. Todavía quedan unos años, pero es urgente iniciar la implementación de políticas de calidad para aprovechar el tiempo que resta.

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