Cartes desnudo

Enrique Vargas Peña

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La alocución durante la cual el señor Cartes Jara hizo público su deseo de que los periodistas Mercedes Barriocanal y Óscar Acosta sean recluidos en la cárcel de Emboscada, deseo rápidamente asumido por la patética corte de oportunistas adulones de la que gusta estar rodeado, desnuda los planes que el citado empleado público tiene para nuestra República.

Desnuda que el señor Cartes no solamente no está arrepentido de haber ordenado a sus veinticinco legisladores del Senado violar nuestra Constitución mediante un golpe de Estado puro y duro, sino que quiere vengarse de quienes lo frustraron.

A esos mismos veinticinco senadores les ordenó validar las actas del golpe, para que no queden dudas de su compromiso autoritario.

Desnuda que desprecia absolutamente la función de la crítica que los artículos 26, 27, 28 y 29 de nuestra Constitución protegen especial y expresamente, así como desprecia totalmente la separación de poderes y las demás garantías que nos permiten ser una sociedad libre y democrática.

Desnuda que controla al Ministerio Público, que le obedeció la orden de violar las normas del Código Procesal Penal para restaurar la prisión por causas políticas en nuestro país, en la persona de Stiben Patrón, práctica que se había abandonado desde la revolución libertadora del 3 de febrero de 1989. Esto en complicidad con el señor Gustavo Amarilla Arnica, quien oficia como juez de garantías, pero que prefiere actuar como pasapapeles de fiscales obedientes, cosa que ya hizo en el recordado caso que le costó la vida a la niña Vivian Paredes Zanotti, de tres años.

Si había alguien que aún dudaba de que el empleado Cartes Jara pretende conducirse como el autocrático propietario de nuestro país, la alocución señalada al principio eliminó cualquier incertidumbre que pudiera subsistir tras casi cuatro años de su poco clara gestión como administrador general.

Un momento de dicha alocución es ilustrativo de la concepción que el señor Cartes Jara tiene de los ciudadanos: Los trató de “tropa”, de “su” tropa, de la que se definió como comandante. Lastimosamente, ese momento no tuvo la repercusión debida porque su deseo de apresar a periodistas acaparó la atención general.

El empleado Cartes Jara cree muy radicalmente que él es una especie de general en un cuartel, que es una especie de patrón en una fábrica, que es una especie de capataz en una estancia; nunca internalizó que es un mero empleado sujeto a normas, a vigilancia, a crítica y a despido, como lo establece nuestra Constitución.

Es obvio que un grupo de personas que con tal de medrar con contratos públicos se someten a esta errada visión del empleado Cartes Jara, gente que le ayuda a imponer a la inmensa mayoría de nosotros, los paraguayos, ese camino de servidumbre.

El empleado Cartes Jara hizo la alocución mencionada al principio, por la que quedó desnudo, con la deliberada intención de amedrentar a la prensa libre en nuestro país, para que los periodistas se vean forzados a actuar como los empleados por él en los medios que controla, con conformidad obediente a sus dictados para propalar las mentiras que caracterizan a su administración.

El amedrentamiento de la sociedad es, desde luego, el instrumento que normalmente usan las personas como Cartes Jara para imponerse. Pero ahora que se desnudó él mismo, ya podemos verle cómo es.

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