Alianza opositora: Indispensable e impensable

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Se espera una jornada de elecciones municipales tranquila en Ciudad del Este.

Foto: Wilson Ferreira

Como todos, trato de interpretar los resultados electorales. Tarea compleja, pues en cada uno de los 261 pueblos y ciudades del país hay particularidades locales que explican por qué ganó el candidato de tal o cual partido. El mapa nacional, sin embargo, ofrece pistas y tendencias que hay que leer con atención.

Tranquilo está el Partido Colorado, que no fue muy afectado por las campañas de hartazgo en redes sociales ni por los hechos flagrantes de robo durante la pandemia descubiertos en los últimos días de campaña. La ANR conquistó 18 municipios más que los que tenía en el 2015 y sumó unos 350 concejales más a su cifra anterior. Esto parece impresionante, pero debe ser matizado con el dato de que el porcentaje de intendentes (62%) es más o menos el mismo de los últimos lustros, dado que se crearon nuevos distritos.

El aumento de bancas legislativas es consecuencia del nuevo sistema de voto preferencial que favorece a los partidos grandes al incentivar una masiva y cara competencia interna individual, lo que castiga a las pequeñas agrupaciones. Antes, el correligionario disconforme apoyaba afectivamente al candidato a intendente de su partido, pero expresaba su crítica votando a una lista de concejales de otro. Ahora le surgió la opción de encontrar a alguien decente de su mismo partido. Y ese voto también va a toda la lista.

Eso explica que haya ocurrido algo insólito: en muchísimas ciudades las listas de concejales obtuvieron más votos que el intendente. El sistema d’Hondt hace el resto. Vea lo que pasó en Asunción. Los candidatos de la ANR al cuerpo legislativo obtuvieron 2.000 votos más que Nenecho Rodríguez, adueñándose del 62,5% de las bancas, aunque solo habían obtenido el 48% de los sufragios. Las más de veinte listas pequeñitas que no metieron ni un solo concejal les regalaron a los colorados más de 35.000 votos.

La ANR siempre supo que debía preservar la unidad al costo que sea. Por eso su esfuerzo en armar “cicatrices” y “concordias”. Eso es vocación de poder. Ahora volverán a acuchillarse entre sí hasta que elijan entre Velázquez o Peña. Luego la historia conocida y de nunca acabar. Dudo que la oposición sea capaz de romper esta lógica muy rápido. Solo que si es tan obtusa como para no entender que la fragmentación favorece a la ANR, el próximo Parlamento estará teñido de escarlata.

El mensaje de estos resultados es claro: si los opositores desean vencer en el 2023, es indispensable una amplia alianza. Cualquiera sea el método, programa o candidato elegido, la misma requerirá que su principal soporte estructural, el PLRA, esté fuerte y unido. Ya me imagino la sonrisa en el rostro de los lectores colorados. Puede que tal requisito sea improbable, pero sin él una victoria opositora es impensable.

El candidato a la presidencia aliancista podría provenir del liberalismo, como ya sucedió en las elecciones anteriores, en las que Efraín Alegre perdió por muy estrecho margen. Alegre ganó hace muy poco las internas partidarias enfrentando a la otra mitad del partido (el llanismo y el amarillismo), dóciles a Cartes. Por lo tanto, nadie le puede negar a Efraín el derecho a aspirar a una tercera oportunidad. Pero los liberales, profesionales del canibalismo, llegarán deshechos. Y la alianza no funcionará.

Lo mismo pasa con Harrison. O consigue ser un candidato de consenso, casi supramovimentista, o, aunque le gane en unas internas a Efraín, carecerá del peso necesario para convocar al resto del espectro no colorado. Por eso, el día que Alegre y Llano resuelvan de algún modo su odio eterno, se podrá hablar de una alianza electoral con chances de éxito. Antes no.

El gran problema de la oposición es que no tiene candidato. Así mismo estaba en el 2007, hasta que surgió Fernando Lugo y se convirtió en presidente un año después. Hoy no aparece nadie y hay poco tiempo. Queda el tibio consuelo de que la política no es lineal y, a veces, da sorpresas.

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