La jubilación de los buitres

Alfredo Paz – galiboc@tigo.com.py

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La reacción inicial de la mayoría de la gente al enterarse de la noticia, es más de estupor que de rabia. Lo común es escuchar un "¿Queeé? ¿Se volvieron locos?”. Es cosa de dementes que la Cámara de Diputados haya aprobado, nada menos que con 33 votos a favor, un proyecto de ley impulsado por el colorado Mario Cáceres y los liberales Fernando Nicora y Milciades Duré, que establece un fondo de jubilaciones para gobernadores y miembros de Juntas Departamentales.

Se trata de un impresentable sistema de jubilación privilegiada basado en el que, en su momento, se autoasignaron los parlamentarios. Con un desparpajo sorprendente distribuyen montos y porcentajes a personas que tienen un discutible derecho a percibir una jubilación. ¿Cómo podría jubilarse un gobernador si la Constitución Nacional le impide ser reelecto? Sencillo: con una jubilación denominada reducida que alcanza “a quienes hayan cumplido 55 años y tengan un mínimo de cinco años de servicios”. Lo que van a cobrar por el resto de sus vidas no es poca cosa: el 30% del monto de la última dieta más los gastos de representación. Bueno es recordar que los gobernadores perciben el mismo monto que los diputados. Los concejales departamentales ganan un poco menos, pero son muchos más: hoy en día son 228.

¡Estos frescos quieren jubilarse con cinco años de aportes! ¡Eso no existe en ningún lugar del mundo! Perdón, excepto en el generoso Paraguay: los parlamentarios se autorregalaron esta inconstitucional e inequitativa franquicia en uno de los tantos momentos de distracción ciudadana. Con un agravante: están incluidos los holgazanes VIP que fungen de parlamentarios del Parlasur. Esos no hacen casi nada durante cinco años y cobran su jubilación hasta el fin de sus días.

Aún hay más: si el gobernador es muy joven, su derecho se le guarda hasta que cumpla 55 años. Si fallece, el fondo paga el servicio fúnebre y sus beneficios son heredados por sus parientes cercanos. También hay lugar para lo insólito: “La pensión se extinguirá si la viuda o concubina contrae matrimonio o viviere en concubinato”. Los proyectistas no pensaron en la posibilidad de que el beneficiario fuera un viudo. Un varón, vamos.

Los diputados no tienen explicación para este adefesio indefendible. No saben cómo se solventará. Solo atinan a decir que es un proyecto calcado al de la jubilación parlamentaria. Se sonrojan cuando se les recuerda los años y los montos que tienen que aportar los paraguayos comunes para recibir jubilaciones exiguas. Y no dicen mucho más. No son conscientes, como siempre, del hondo rencor que alimentan entre la gente común. Actúan como imbéciles, incapaces de percatarse de que son nuestros iguales. Los políticos no son una casta de privilegiados. Ellos no lo entienden. Más vale que los senadores rechacen este ofensivo proyecto o que, en última instancia, exista un justiciero veto presidencial. De lo contrario, nos arriesgamos a volver a ver un edificio céntrico ardiendo.

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