La democracia, entre avances y amenazas

En los últimos días, acontecimientos relevantes capturaron nuestra atención, aunque con opuestos significados: los atroces atentados consumados en París por el terrorismo islámico, los comicios municipales en nuestro país y la elección presidencial en Argentina, la hermana nación.

  • Facebook
  • Twitter
  • Email
  • Print

El primero de ellos sacudió al mundo –y, en particular, al Viejo Continente– con una oleada de pánico y de impotencia ante la violencia desplegada en nombre de un credo religioso que pretende convertirse en un proyecto político absolutista y cruel. Que la Europa democrática, cuna del Estado de bienestar, sea el epicentro de tan terrible fenómeno, impulsa a poner en duda la permanencia de las conquistas de la civilización occidental, entre las cuales destacan los principios de libertad, igualdad y fraternidad, enarbolados por la Revolución Francesa, heridos precisamente en París, ciudad símbolo de esa gesta.

Para el papa Francisco, estamos en una “guerra de todos contra todos”, contra la cual el Pontífice venía previniendo insistentemente. Políticos e intelectuales hablan que ya estamos en la Tercera Guerra Mundial, en la cual, a diferencia de las anteriores, los enemigos no son Estados, sino fuerzas oscuras y difusas que desbordan los límites nacionales. Es una guerra contra los Estados, en nombre de una entidad arcaica como el Califato, que pretende convertirse en Estado mundial bajo la bandera del fanatismo y la muerte.

En nuestro país, entretanto, se dio un acto comicial con aristas singulares. En un artículo anterior habíamos mencionado el clima de polarización y enfrentamiento que se había instalado desde el partido gobernante con el sello del sectarismo que fue propio de la dictadura y que se había atenuado en la era democrática. Afortunadamente, la exhortación a “teñir de rojo” los municipios, fue desoída y repudiada por un gran porcentaje de la ciudadanía, y un escenario pluralista y renovado se dibuja ahora en la geografía política del país.

Pero en 26 años de democracia, hemos tenido avances y retrocesos, porque los procesos históricos son fluidos, y las conquistas que se logran nunca son para siempre. Afortunadamente, el triunfo de una u otra agrupación política en comicios nacionales o locales, nunca ha sido abrumador, de modo que nadie ha logrado imponer una hegemonía aplastante. Sin embargo, la pretensión existe en algunos grupos, y los hechos previos a los comicios han servido para recordarnos que ese peligro siempre está latente, y solo la conciencia ciudadana puede repelerlo.

También en Argentina, la ciudadanía ha vetado la continuidad de un modelo político y económico desastroso, sumergido en una ciénaga de corrupción y en el engaño sistemático. Como todos los populismos, construyó una polaridad amigos-enemigos, que dividió al país hermano, lo aisló en el plano internacional y lo dejó en un estado de postración económica y endeudamiento que castigará al próximo gobierno y a las generaciones futuras.

Los contrastes son llamativos: avances democráticos en el sur de nuestro continente, y enfrentada a su peor pesadilla, la violencia y el terror, en el norte de Occidente. Hay que advertir que, aunque parecen lejanas, no somos inmunes a esas amenazas, y debemos fortalecer no solamente nuestras convicciones, sino también las instituciones que son pilares de la democracia republicana y del estado de derecho.

  • Facebook
  • Twitter
  • Email
  • Print
Más contenido de esta sección