El río como metáfora de la vida

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Foto: UH Edicion Impresa

Sergio Cáceres Mercado

caceres.sergio@gmail.com

En la simpleza está la belleza de este filme que nos reconcilia con un paisaje olvidado y con la lengua que hablamos cada día sin valorarla. Un road movie en guaraní, con un abuelo tozudo y una nieta que abandona la niñez hacia la adolescencia.

El río, esa metáfora de la vida tan allegada a los paraguayos, es la vía principal para contar esta historia de búsqueda de la madre, de la hija y del nieto, pero también de la identidad. Un viaje que muchos paraguayos conocen, pues Buenos Aires como destino final es un trayecto que está en la memoria colectiva de miles de los nuestros. La generosidad de argentinos, incluso de un uruguayo, sirve también para recordarnos cómo es y siempre fue esa gente con nosotros: hospitalaria sin límites.

Emilio Barreto tiene momentos geniales como el abuelo y jefe de una familia ribereña. Su guaraní por momentos es fluido y sincero, aunque a veces parece de laboratorio, pecado que tienen varios cuando recitan de memoria el libreto y no hablan el guaraní paraguayo como lo conocemos.

La niña Jazmín Bogarín es la contraparte que trae la mirada fresca. Su participación es esencial para este diálogo intergeneracional, tan viejo y cíclico como la humanidad misma. A veces no se muestra tan suelta frente a la cámara, pero tal inexperiencia se sopesa con creces con su sencillez y la seriedad con que asume su papel de niña trabajadora y sin madre.

Como pocas, Guaraní toca lo más íntimo de nuestro ser, (y acá la guitarra con su música de fondo es esencial).

Con esto ya se gana el respeto y el cariño del público paraguayo. Imperdonable es no ir a verla.

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