Camino de Jerusalén

Hoy meditamos el evangelio según San Lucas 9, 51-56.

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Para combatir con eficacia en la vida interior debemos conocer bien lo que los autores espirituales han llamado el defecto dominante, el que en cada uno tiende a prevalecer sobre los demás y, como consecuencia, se hace presente en la manera de opinar, de juzgar, de querer y de obrar. Es aquel que de alguna manera se manifiesta en lo que hacemos, queremos, pensamos: la vanidad, la pereza, la impaciencia, la falta de optimismo, la tendencia a juzgar mal... No subimos todos por el mismo camino hacia la santidad: unos han de fomentar sobre todo la fortaleza; otros, la esperanza o la alegría.

Para avanzar en la vida interior debemos conocer este punto flaco, y pedir con sinceridad a Dios su gracia para vencerlo:

“Aparta, Señor, de mí, lo que me aparte de Ti”, le repetiremos en incontables ocasiones; junto con la petición frecuente al Señor, el propósito firme de no pactar nunca con nuestros defectos, y aplicarles el examen particular, el examen breve y frecuente sobre ese defecto dominante que se pretende arrancar y sobre la virtud que se quiere adquirir.

El papa Francisco al respecto del evangelio de hoy dijo: “Jesús reprende a los dos apóstoles que querían hacer bajar fuego del cielo sobre aquellos que no le habían acogido y ha advertido que el camino del cristiano no es una vía de venganza. El camino del cristiano es el de la humildad, de la mansedumbre”.

Nos hará bien pensar en este espíritu de humildad, de ternura, de bondad.

¿Dónde está pues el poder que nos lleva a este espíritu? Justamente en el amor, en la conciencia de que estamos en las manos del Padre. Cuando uno escucha esto, no es para hacer descender fuego del cielo. Porque viene el otro espíritu, el de la caridad que todo lo sufre, todo lo perdona, que no es jactancioso, que es humilde, que no se busca a sí mismo. Alguno puede decir, y existieron algunos filósofos que la pensaban así, que se trata de una humillación de la majestad del hombre, de la grandeza del hombre. Esto es estéril.

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y S.S. Francisco, 1 de octubre de 2013, homilía en Santa Marta).

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