Otra imprudencia más de la Línea 27

Días pasados, circulaba un ómnibus de la Línea 27, el coche 96, a velocidad excesiva, cuando intentó adelantarse a otro colectivo.

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Chocó contra la rama de un árbol y esta hizo añicos una de las ventanas, salpicando las astillas de cristal a varios de sus pasajeros, sobre todo a la señora que iba junto a la ventanilla.

Y ocurrió, también, lo de siempre. La señora y varios jóvenes protestaron. El conductor siguió hasta Capiatá a la misma velocidad y despreció la vida de los pasajeros y, haciéndose el sordo, no dijo ni una palabra de excusa.

Y el resto de los pasajeros como ovejas “al matadero”, en silencio. ¿Cobardía o demasiado aguante? Si el pueblo paraguayo es como estos pasajeros, ¿tenemos algún porvenir mejor que el de ahora?

Al llegar a la parada final la señora hizo la denuncia y tiene que volver otro día para firmarla.

Casos como este, y aun peores, como los que se refieren a abusos sexuales, prevaricación, compra y venta de la justicia, en otros campos de la vida, existen demasiados en el Paraguay.

Pero es urgente que una línea, por su velocidad excesiva, que ya ha causado accidentes fuertes y de invalidez, sea puesta en juicio para un examen a fondo hasta descubrir la causa.

El colectivo de la Línea 27 que la trajo desde Capiatá hasta Asunción al día siguiente, según me dijo, venía a la misma velocidad. Esto me da la impresión de que no solo es culpa de un chofer alocado, sino que es la política de una empresa que por ganar más plata acorta el tiempo de los “redondos” forzando a los choferes a conducir de este modo o perderán su puesto de trabajo.

Dados estos abusos, reaccionamos o, haciendo como los pasajeros del colectivo 27, seguimos en silencio con el miedo, herencia de la dictadura.

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