Ethel y Marcial, un amor que nació con la inundación del 83

Parte del muro de contención del barrio Sajonia se había quebrado en aquella inundación de 1983; en menos de dos horas el agua inundó las casas de zona, entre ellas la de la joven Ethel, quien conoció a su futuro esposo cuando salió a pedir auxilio en medio de su desesperación. Allí fue cuando todo comenzó.

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Ethel y Marcial en 1983, rumbo a su casamiento. Foto: Gentileza

Ethel tenía 24 años, era estudiante universitaria y Marcial Barrios tenía 33 años, trabajaba en una empresa de navegación, no muy lejos de la casa de ella.

Las aguas habían subido bastante en 1983, lo que hizo que un muro de contención cediera en el populoso barrio capitalino, Sajonia.

“En medio de la desesperación salí a buscar ayuda, a pedir auxilio. Marcial primeramente me dio la mano y luego me dio todo su ser”, comenta aún muy enamorada la mujer.

El apuesto joven dejó su trabajo en la ribera y acudió al pedido de auxilio. Socorrió en la mudanza de varias viviendas, “ayudó a todos los que podía, pero más se concentró en mí y en mi familia”, recuerda.

Todo el noviazgo transcurrió en medio de la crecida del río y la casa familiar inundada, con idas y venidas en canoas, brindando ayuda a quienes podían.

Marcial se enamoró de inmediato y no dejó pasar un solo día sin ir a visitar a Ethel. Gracias a su persistencia y atención, nació el amor.

Llegaba todos los días en su canoa y muchas veces tenía que cerrar la puerta de la casa antes de irse sin bajarse de su transporte.

Dos meses después, las familias se conocieron y la fecha de casamiento fue establecida, el 8 de enero de 1983.

Las aguas seguían dentro de la casa y la novia debió salir en canoa del brazo de su amado (ver foto) para ir a la ceremonia, que fue realizada a unas cuadras del lugar, en casa de una vecina cuya vivienda aún seguía sin ser afectada por la crecida del río Paraguay.

Pasaron más de 30 años del inicio de esta hermosa historia de amor, la familia hoy está compuesta por tres hijos profesionales, un estudiante y dos nietos.

Reflexión

“Luego de casarnos estuvimos un tiempo en la zona inundable, pero luego tomamos una decisión razonable y en forma madura: salir de la zona”, recuerda Ethel al ver a tantas familias pasando por la misma situación que años atrás a ella también le afectó.

Agrega que, a través de la experiencia de sus padres, se dio cuenta de que vivir en esa zona se trataba prácticamente de un círculo vicioso. “No duraban los muebles ni electrodomésticos y luego de cada crecida era empezar de cero”, manifiesta.

Salir de la zona inundable para iniciar una nueva vida es una decisión difícil, dice Ethel, pero agrega: “No se debe temer a enfrentar lo que hay afuera, donde todo puede ser mejor. Tampoco hay que esperar que el Gobierno sea quien haga todo”.

Recuerda que no eran una pareja con recursos económicos cuando decidieron mudarse, que solo pensaban en sus hijos, a los que querían dar lo mejor. “No éramos gente adinerada, mi primera heladera fue una conservadora de isopor y mi primera cocina era un calentador con alcohol”, indica.

Ethel insta a las personas que hoy están en esa misma a situación a no dejarse estar; pide que luchen y que no tengan miedo al cambio.

En su barrio, luego de la inundación que afectó a gran parte del país en 1983, varias otras familias decidieron mudarse. Estas hoy se encuentran mucho mejor, relata.

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