Por Andrés Colmán Gutiérrez y Juan José Brull
ESTERO BELLACO, ÑEEMBUCÚ
Solo un viento de fuego saluda a la memoria de los héroes, en lo que fue el campo de batalla de Estero Bellaco.
Es un viento que llega desde el norte, cálido como el aliento de un dragón, haciendo restallar el trozo de tela atado a un desolado mástil de metal. Alguna vez fue una orgullosa bandera tricolor, pero hoy solo son jirones bailando en el aire la triste sinfonía del olvido, quizás como la propia memoria oficial.
El monolito que recuerda a la batalla también está roto, inclinado y a punto de caer. Alrededor solo hay malezas y unos deteriorados carteles que señalan el lugar: Estero Bellaco, escenario de la primera gran batalla en territorio paraguayo, ocurrida el 2 de mayo de 1866, en donde el ejército nacional sufrió cerca de 1.700 bajas y los aliados cerca de 2.000.
Hay historiadores que hablan de que fue una derrota paraguaya, otros de una derrota aliada, y otros de un equilibrio de fuerzas.
EL PRINCIPIO. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la fecha exacta en que se inició la Guerra de la Triple Alianza, llamada también Guerra Grande o Guerra Guasu (Guerra do Paraguai, en el Brasil).
Eduardo Nakayama, presidente de la Asociación Cultural Mandu’arã, sostiene que las acciones bélicas se iniciaron el 12 de octubre de 1864, cuando tropas brasileñas invadieron el Uruguay, desencadenando el conflicto internacional en la región.
Otros autores sugieren que empezó el 12 de noviembre de 1864, cuando el presidente Francisco Solano López ordenó la captura del barco brasileño Marques de Olinda, en aguas del río Paraguay, a la altura de puerto Antequera, al que consideran el primer acto de guerra del Paraguay contra Brasil y sus aliados, al que siguieron batallas navales en el Mato Grosso.
Otros historiadores en cambio sitúan el inicio de la contienda en abril de 1865, cuando López ocupa militarmente la ciudad de Corrientes, Argentina.
“Sea cual sea la fecha en que empezó la guerra, la primera batalla importante en territorio paraguayo se libró aquí, en Estero Bellaco. Por eso nos da mucha pena que, al cumplirse 150 años del inicio de la contienda, este lugar esté tan abandonado y destruido, como lo están la mayoría de los sitios históricos en Ñeembucú”, destaca Vicente García, gestor cultural y encargado del Museo Histórico de Paso de Patria, que funciona en el ex Cuartel del Mariscal López.
A PULMÓN. Vicente García es uno de los guardianes de la memoria, pobladores de cada región, apasionados por la historia, que se encargan de recolectar objetos y reliquias de la época de la guerra, y los atesoran en museos públicos o privados, sostenidos más con solidaridad ciudadana que con recursos públicos.
“Esta imagen, con la bandera en pedazos y el monumento roto y caído, es el panorama normal que se observa en casi todos los sitios históricos de la guerra. Hay una completa ausencia y desidia por parte del Estado. Nosotros hemos presentado un lindo proyecto para revitalizar estos lugares, pero no nos han hecho caso”, reclama Vicente.
Buscador de tesoros, historiador aficionado, museólogo empírico, Vicente lamenta que en épocas de la dictadura stronista había más interés en cuidar y proteger los sitios históricos, aunque fuera por una instrumentación política de los símbolos patrios.
“En cualquier cementerio, nosotros cuidamos el panteón de nuestros padres fallecidos, por el cariño que les tenemos. Este es el mausoleo de nuestros padres de la patria y si los descuidamos así, no les tenemos cariño”, compara.
A pedido nuestro, Vicente consigue una bandera nueva, a la que trasladamos hasta Estero Bellaco. En un atardecer cálido y luminoso, nos ocupamos de arriar el pabellón desgarrado del mástil y lo sustituimos por el nuevo. Lo pueden ver en un video de ÚLTIMAHORA.COM. Es el modesto y limitado homenaje que pudimos rendir a los héroes, en el inicio de esta serie de reportajes sobre los 150 años de la Guerra Grande.