Por Brigitte Colmán
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Quiero comenzar esta columna con un mea culpa.
Hace una semana, en este mismo espacio y por este mismo baticanal, escribí sobre el dengue: “De la peligrosa amenaza yo me enteré por los diarios, y también así supe que había que combatir los criaderos de mosquitos y tomar aspirina si a uno le da dolor de cabeza o fiebre”, señalaba el comentario.
Donde decía “hay que tomar aspirina”, debía decir “NO hay que tomar aspirina”.
Hoy quiero agregar que, en el caso de que sientan malestares, mejor vayan al médico. Sí, ya sé. IPS es una tortura, pero por suerte todavía queda Clínicas y en los barrios hay médicos solidarios que no cobran tan caro.
El dengue no es broma, no es buena idea automedicarse, y de paso, hay que limpiar el patio de la casa.
Hecha la aclaración y reiterando mis disculpas ante la bestialidad alcanzada, paso a mi tema de esta semana.
Aquí en el diario, hay quien afirma que vivo en un taper (tupperware, o taper, objeto de plástico utilizado para guardar alimentos). Porque resulta que hasta hace relativamente poco tiempo, no tenía ni aire acondicionado ni cable. Sí, lo admito, vivía en la edad de la pantalla y sufriendo la programación de los canales locales.
Cuando me decidí a comprar el aire, el debate fue amplio y público. La mayoría de las voces se alzaron a favor de un split, que cuesta lo mismo y, me aseguraron los expertos de la redacción, consume menos electricidad.
Al final me compré un Midas normal, y el electricista me confirmó que ciertamente el split consume menos, pero dijo que la instalación es mucho más cara.
Acerca del cable no hubo debate, por aquello del monopolio, supongo. Eso sí, opté por uno que transmite los partidos del torneo de la Asociación Paraguaya de Fútbol, APF, y estoy muy emocionada porque este año voy a poder acompañar la brillante campaña que va a hacer mi querido Olimpia.
Pero, y Uds. saben que siempre hay un “pero”. Sucedió que cuando instalaron el famoso cable, el técnico descubrió que el televisor no tiene memoria para tantos canales. O sea, ahora necesito una tele nueva. Pero, no se preocupen, ya averigüé los precios y calculo que si me porto bien y a fin de año recibo un bono extra, tendré resuelto el problema, es decir, una TV 0 km.
Sin embargo, y sin intención de estresarlos, sucede que el fin de semana pasado, no solo retorné al taper, sino que además me quedé a oscuras. Yo, y todo el barrio. No bastaron las más de 20 llamadas hechas al 160 para conmover a los muchachos de ANDE, quienes ipso pucho me dejaron sin aire y sin cable.
A la luz de las velas, me senté a pensar si valió la pena tanto esfuerzo por salir de mi taper. Y llegué a la conclusión de que, el problema no es vivir en un taper, sino vivir en un país con tantas hidroeléctricas, tanta ineficiencia estatal y tan pocas luces.