10 feb. 2025

Vendedores se encomiendan para que no azote el raudal

Los vendedores de los puestos aledaños al Santuario de Caacupé están con el Jesús en la boca y la Virgen en el pecho, incrustada en una medallita y cadenita colgada al cuello. Sucede que el raudal, el año pasado, causó estragos debido al temporal que arreció toda la zona durante el día de mayor afluencia de peregrinos.

Esperanza. Los comerciantes tienen puesta la fe en que el clima acompañará las ventas.

Esperanza. Los comerciantes tienen puesta la fe en que el clima acompañará las ventas.

Fuertes ventarrones y una intensa lluvia azotaron la medianoche entre el 7 y el 8 de diciembre, en el momento cumbre de la fiesta patronal de la Virgen de los Milagros. Esto afectó por igual, tanto a promeseros como a los lugareños que tienen sus improvisados puestos callejeros.

“El raudal viene con tanta intensidad que lleva todo por delante; mi caseta llevó y tuve que traer del arroyo”, comentó Eladia Coronel, quien hace 10 años vende remeras sobre el puente de cemento del arroyo Ortega, distante a 200 metros de la Basílica Menor.

“El año pasado acá no podía pasar. Él –le señala a su vecino– está acá hace 30 años y nunca fue tanto”, dijo.

Don Ceferino Acosta, el susodicho, contó que antes contaban en la zona con una muralla que contenía el torrente de agua. “Ahora esa murallita ya no está, se llevó el raudal ya”, dijo al confesar que viven rezando ya que “mediante la Virgen estamos todavía luchando y comiendo”.

Hasta las rodillas tuvieron el agua en la pasada edición de la festividad mariana, por lo que esperan que eso no vuelva suceder. La zona comercial más dañada fue la que comprende el camino, sobre la calle Dr. Pino que conduce al templo Tupãsy Ykua.

MEJORÍA. Pese al escaso circulante de dinero –según los comerciantes– las ventas están aumentando tímidamente con respecto al año anterior. Esperan para los próximos días que el tiempo ayude para que llegue la mayor afluencia de peregrinos para vender más.

Los locatarios reclaman, de cualquier modo, que el Municipio local aún no reparó el muro de contención señalado arriba, por lo que cruzan los dedos y se encomiendan a la Inmaculada para que esta vez “no llueva demasiado”.