29 mar. 2024

Una pionera paraguaya en el oficio de pilotear un avión

Berta Servián de Flores ha hecho historia en la aviación paraguaya, siendo la primera mujer que obtuvo su permiso como aviadora en 1938. Su historia peculiar la desgranó en un libro en donde manifiesta su pasión por volar.

César González Páez

cesarpaez@uhora.com.py

En un libro casi artesanal, editado en 1980, en la que Berta Servián relata de una manera romántica su vida como aviadora. Ingresó en esa profesión el 10 de junio de 1938. Los detalles de las muchas personas que conoció y los elogios que obtuvo, se pueden leer en este volumen de 123 páginas. Pero dejemos que se presente ella misma, cuando dice: “Nací el 18 de octubre de 1914, entre dos pintorescos y tranquilos pueblos, Yegros y Yuty, en el hogar de don Victorio Servián y Manuela Méndes de Servián. Fuimos 10 hermanos...”

Su pasión por volar en una máquina le vino de muy pequeña cuando un coronel amigo de sus padres aterrizó cerca d su casa y la invitó a visitar la Base Aérea del pueblo. “Al verme tan entusiasmada con las evoluciones de la máquina, que yo veía por primera vez en la vida, contestando a mi pregunta de si las mujeres podrían volar. Me dijo ?quien quiere puede hacerlo, empeñándose’.

Cuenta la precoz amante del vuelo que, llevada por su curiosidad infantil, le preguntó al aviador qué era ese “almohadón” que llevaba en la espalda y le explicó que era un paracaídas. Le dijo que ella podía practicar con un paragüas. "¡Para qué me lo habrá dicho! -relata Servián- Enseguida me puse a practicarlo, subiendo al poste de un alambrado con un viejo paraguas”. Resultado, dos saltos exitosos y un tercero fallido con una herida en el labio superior. Esta aficción terminó, según ella cuenta luego de “los sermones y palizas que me dieron”.

Su vocación iba a tener algunos escollos ya que, también siguiendo el hilo de su relato, en esa época el ideal de una familia paraguaya bien constituida era preparar a las niñas “moral y espiritualmente para ser una buena ama de casa”.

Luego de estudiar corte y confección, siguiendo los dictados de las costumbres de aquellos años, se dejó llevar por su antigua vocación, acrecentada por tener un hermano piloto en la Aviación Militar, Víctor Rafael Servián.

LOS INICIOS. Su anhelo era constituirse en “la primer mujer alada de mi patria”, según sus propias palabras. Esta motivación la llevó en 1938 a inscribirse en el Aero Club del Paraguay, iniciando ese mismo año su aprendizaje de vuelo.

Habría que detenerse un momento en este relato para comprender que la incursión de una mujer en actividades destinada para hombres por el riesgo que implicaba, era todo un desafío en aquellos años. Ella pudo superar esos escollos y su ambición, luego de volar con instructor, era poder hacerlo sola. Con apasionamiento relata ese momento: “Es indescriptible la emoción que se experimenta al sentirse sola con los controles del mando en las manos, pues solo estamos confiados en la potencia del motor y la mente puesta en Dios”.

La foto que ilustra este artículo, es referencial, ya que la tomó el día que realizó su primer vuelo sola. Era el vuelo inaugural en 1938 que la llevaría cumplir su sueño, ser la primera piloto paraguaya. Inscribía su nombre junto a otras pioneras de aquellos años, la doctora Serafina Dávalos, primera abogada del Paraguay, Clotide Rivas, primera telegrafista del país. también surgían los nombres de Adela y Celsa Speratti, fundadoras de la Escuela Normal Nº 1 de la Capital.

Berta Servían, que sentía inquietudes por el “arte de volar”, había cumplido su sueño de Ícaro. El diario La tribuna cronicó en 1940 un perfil de la aviadora guaraní. “digna de ser conocida por nuestro pueblo y estimulada por una justiciera popularidad”. Después de ella hubo, señala el diario, “numerosas niñas que aprenden a a volar en los cursos de instrucción en el Aero Club”. Berta Servián sirvió de ejemplo.

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