Como demostró en los dos anteriores partidos, Luqueño puede desarrollar una gran intensidad en los 45 minutos iniciales. Disputa el dominio del mediosector con volantes tácticamente ordenados, obliga a la salida con pelotas largas del rival y, cuando las recupera, sale con velocidad por los extremos o trata de ganar las segundos balones con la tozudez de su hombre en punta, Marcelo Pérez.
Precisamente así, gracias a la tozudez de Pérez, Luqueño se adelantó. Aprovechó con intuición de centrodelantero un desacostumbrado error de Martín Silva y puso justicia en el marcador. Ni siquiera este golpe recibido a los 36’ –a pesar de que Lorenzo Melgarejo estrelló la pelota en un poste– pudo provocar un cambio de sentido radical en el fútbol liberteño, maniatado por la perseverancia luqueña.
En la segunda parte, por el contrario, los locales desarrollaron algo de ese cambio de sentido. Libertad rápidamente buscó desequilibrar por derecha, su andarivel preferido. Por allí lanzó un centro que cayó en la cabeza del ingresado hacía unos segundos, Alfio Oviedo, y la igualdad final fue así decretada nada más comenzado el periodo final. Luqueño, por su parte, no decayó en su desgastante trabajo de contención, como había sucedido contra Olimpia en la primera fecha, por lo que su apuesta tuvo finalmente premio: no perder.
El resto del partido por ello fue más voluntad y desorden que fútbol lúcido, en ambos bandos. Pero este desorden terminó beneficiando a la visita, pues llevarse un empate de La Huerta le ayuda a sumar como está obligado a hacerlo por el promedio. Para Libertad el resultado es, obviamente, una resta.
Libertad empató con Luqueño en su estadio, y se frenó en la tercera fecha.
Marcelo Pérez
Peleó cada una de las pelotas y, en una de esas luchas, pescó un error de Martín Silva para marcar su tercer gol en el año.