20 abr. 2024

Un túnel del tiempo

Caminar por la galería de la Plaza de la Democracia es viajar a través de una encapsulada galería del pasado. Ahí, los anticuarios parecen refugiarse de la turbulencia que en horas pico sitia a una de las cuatro plazas del centro asunceno.

ANTICUARIOS

Los anticuarios en el centro asunceno contrastan con el apremio en horas pico.FOTO: Fernando Franceschelli

Por Patricia Benítez | pbenitez@uhora.com.py

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La Plaza de la Democracia es entre las cuatro plazas céntricas, la que se utiliza para la realización de conciertos, exposiciones, ferias o reuniones políticas. Ser sede de alguna actividad pública no es su única función. Debajo hay un estacionamiento subterráneo, y encima, en el primer piso, una galería abierta al público. La galería lleva el nombre de la plaza, pero por su condición semisubterránea es menos notoria.

Quienes trabajan en este corredor comercial aseguran que es común oír decir a un nuevo cliente: “No sabía que estaban acá abajo”. Cuando eso sucede, ellos se alegran por haber sido descubiertos.

En esta galería funciona una oficina de la Municipalidad de Asunción, algunos comedores, tiendas de artesanías y seis anticuarios. Si pensó en la dominical feria de antigüedades de la calle Palma, acertó. Los dueños de estas tiendas son miembros fundadores de la Sociedad de Coleccionistas del Paraguay, y exponen sus artículos al aire libre cada domingo. Si los busca en un día hábil, los encontrará en la galería Plaza de la Democracia.

Norma Ortega, de la tienda Portal Guaraní, es una de las personas que allí trabajan. Al igual que los demás anticuarios, el suyo funciona en ese lugar hace menos de cinco años. Según el tiempo de experiencia en el ramo, asegura que lo que seduce a los compradores ocasionales son los objetos que provocan recuerdos de la infancia. “Tengo clientes que son coleccionistas de una cosa específica. Por ejemplo, uno que solamente busca libros de Madame Lynch. Pero la mayoría de la gente que camina por acá dice: ‘Mirá, abuelo tenía esto’, y compra”, cuenta.

Norma, que apenas separa el negocio de la afición, se esfuerza a diario por satisfacer tanto a los fieles coleccionistas, como al cliente ocasional. “Trato de tener siempre cosas para todos los presupuestos. Para el que pueda pagar más de 1.500 dólares, como para el que pueda pagar 500 guaraníes o el que quiera una cucharita de café de 20 mil”, dice. Lo mismo hace su colega María Teresa Venialgo -de la tienda El Coleccionista-, aunque en su local también es posible hallar objetos expuestos solamente para ser admirados.

“Todo está a la venta, menos las medallas y las condecoraciones de las guerras del Chaco y del 70 que están en la vitrina”, dice María Teresa. La razón de su negativa es puramente sentimental: “Pertenecían a mi cuñado que falleció y por eso tienen un gran valor sentimental para nosotros”, asegura.

Entre lo que se puede vender -y a precios muy accesibles (desde G. 5.000)-, se encuentran monedas, billetes, libros, radios, muñecas de porcelana y otros cientos o quizá miles de artículos. María Teresa no lleva la cuenta de lo que tiene exhibido, dice que es “prácticamente, imposible entre tantas cosas”.

Lo que sí sabe de memoria es el precio de los artículos. En cambio, Vivian Riego de Ortiz, de la tienda Bicentenario, recurre a las etiquetas de sus artículos cada vez que alguien se acerca a preguntar.

“Este es un calendario de Hamburgo. Se hizo en el 87, que fue el año de Paraguay. Tiene estampillas del país. El costo: 400.000 guaraníes”, cuenta Vivian, antes de pasar a describir el siguiente artículo: una lámina francesa de 1886, cuyo precio no puede encontrar.

Su tienda, como la mayoría de los anticuarios, no se especializa en un solo tipo de objeto. “Tenemos un poco de todo, desde billetes a tocadiscos”, explica ella, quien además de vender, asesora a los clientes.

“Lo que a mí me gusta de las antigüedades es darles otro uso. Por ejemplo, la gente ve un plafón y dice esto es para poner una luz en el techo. Pero, en mi caso, yo pondría en un cuadro o con un espejo. Eso comparto con los clientes, y les gusta”, señala.

Un paseo cultural

En la galería de la Plaza de la Democracia, la mayor afluencia de gente se ve en tres horarios: “A las 7 de la mañana, es cuando la gente viene a trabajar. Al mediodía viene el público que sale a caminar y el after office empieza a las 5 de la tarde”, cuenta Norma. A fin de captar más clientes, ella anhela que haya una cafetería y en poco tiempo más, convertir a la galería en un paseo cultural.

“Estamos viendo la posibilidad de poner más adelante un café, porque lo que queremos es que esto sea un paseo cultural. Queremos hacer exhibiciones de esculturas y de cuadros”, dice. Por ahora, no hay café, sí discos de vinilo, libros y, sobre todo, muchos recuerdos de la infancia.

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