Por Estela Ruiz Díaz
Finalmente monseñor Fernando Lugo colgó la sotana. El jueves presentó su renuncia a la vida religiosa al papa Benedicto XVI. Lo hizo ante el nuncio apostólico Orlando Antonini, quien le solicitó que postergue su decisión de lanzar su candidatura hasta tanto el Papa tome nota de su carta-renuncia.
Ya no hay retorno. Lugo está ingresando al mundo de la política, un lugar que puede convertirse en un infierno si no se tiene la piel curtida, la cabeza fría y cintura con mucha dosis de hipocresía.
Lugo ya no tiene la protección de la sotana, ese rango que le daba poder divino, pose de semidiós y que lo protegía de los vaivenes propios de la política. Aunque por mucho tiempo seguirá teniendo el halo celestial por provenir de donde proviene.
El paso que dio el obispo emérito de San Pedro es audaz. No pidió permiso al Vaticano, renunció. Aparentemente ya hay un guiño desde arriba y todo aquel discurso del mismo Antonini y de otros enviados de Roma ha cambiado radicalmente. El mismo Antonini dijo días pasados: “La Iglesia no es ninguna cárcel”, y aunque parezca una obviedad, tenía sabor a mensaje. Por eso Lugo repitió sus palabras el pasado domingo, cuando sus adherentes le pidieron que sea candidato presidencial.
Dentro de poco hablará el Vaticano. De su postura depende en gran medida el lenguaje de la campaña. Si no le dan la venia y lo expulsan, será un “apóstata”, una especie de Satanás. Y no caben dudas de que los colorados se colgarán de esta resolución para golpear a Lugo. En un pueblo profundamente católico (87%), es importante lo que diga la Iglesia, sobre todo cuando el candidato sale de sus entrañas.
El religioso está dejando el pedazo de cielo por mucho de infierno. La esperanza que está generando en la ciudadanía que lo ve como un mesías tiene el peso de una cruz. Por la profunda cultura política caudillista, los paraguayos tienden a esperar que un salvador solucione todos los problemas. Ayer fue el fenómeno Lino Oviedo, hoy es Fernando Lugo, un outsider (candidato fuera del sistema) que viene a revolucionar el tablero político.
EL PATO COJO. Mientras, Nicanor Duarte Frutos se aleja cada vez más de la reelección. Días pasados tuvo un lapsus linguae y admitió, en una entrevista radial, la inviabilidad del proyecto de enmienda. Ya habló de su candidatura a senador. Más tarde quiso negar, pero la noticia ya recorrió el mundo: Nicanor tiró la toalla. Pero, más allá de su intento de aprobar la enmienda que hará en febrero en el Senado, quizá como una última pelea simbólica antes de entregarse totalmente, hoy en el Partido Colorado la discusión ya se centra en la sucesión. Y todos miran de reojo a Luis Castiglioni.
Nicanor sufrirá en breve lo que llaman el “síndrome del pato cojo”, expresión que “marca la pérdida de poder que sufre un mandatario cuando no puede reelegirse y debe contemplar cómo sus colaboradores buscan posicionarse para futuros gobiernos, o bien cómo los candidatos de su propio sector lo critican para obtener más votos. El presidente queda sólo como una figura decorativa”. Por ello no quiere la senaduría vitalicia, quiere ser candidato activo para no perder poder y protagonismo.
EL DILEMA PARTIDARIO. Ahora queda en la agenda opositora la concertación. Finalmente caerán los velos y se verá quiénes realmente están sinceramente con el plan de la alianza. Patria Querida es el más abierto, quizá no tanto por su amplitud política sino por la escasa inserción en el electorado. Las municipales fueron un baldón de agua fría. El fadulismo concita adhesión en la Capital, pero más allá de Calle Ultima mandan la ANR y el PLRA.
En el liberalismo el entusiasmo por la concertación y sobre todo por Lugo es mínimo. Aunque no se oponen, plantean condicionamientos más duros a la hora de elegir al candidato. Es lógico: apoyar a un outsider como el hasta hoy monseñor es prácticamente un suicidio. Ya no aparecerá la “marca” PLRA en la competencia electoral. La palabra concertación es unión, pero también es diluirse en el firmamento de la gran alianza para el 2008.
Lugo ya está en la cancha y mueve el avispero opositor; Nicanor, con un pie afuera, no quiere perder protagonismo.
El 2007 se avecina cargado de crispaciones y demasiada noticia electoral.