20 jun. 2025

Un mensaje esperanzador que reverdece las glorias de la mayor democracia del planeta

Estados Unidos es una “república imperial”, donde votaron con la mirada puesta en sus propias urgencias, pero con significativas consecuencias internacionales.

Imagen - Editorial

Barack (suerte en árabe) Obama se aseguró un lugar grande en la historia: es el primer presidente electo negro de los Estados Unidos y hasta ahora el más joven. Con un discurso favorable al cambio que retumbó allende sus fronteras, el candidato demócrata logró una victoria abrumadora sobre su rival republicano, John McCain.
Obama, hijo de keniano y madre norteamericana, nacido en Hawai y criado en Indonesia, fue elegido como presidente de la mayor potencia mundial. La esperanza ha renacido no solo en Estados Unidos, también en el mundo.
En algunas ocasiones, el sentimiento del pueblo estadounidense coincidió con el de otras naciones, pero la mayor ruptura entre la opinión norteamericana y el resto se dio tras el atentado a las Torres Gemelas (setiembre de 2001). George Bush se convirtió en un presidente guerrero en solitario y dejaron de acompañarle sus aliados principales. Hoy, la política republicana y Bush se retiran en medio de una triple derrota: militar (al no concluir la guerra en Irak), política y financiera.
La victoria de Obama es un mensaje sobre el funcionamiento de las instituciones de su país y su vocación imperial fundada en un ancestral cosmopolitismo. Siete años después del 11 de setiembre y tras dos guerras, los estadounidenses eligieron un presidente cuyo segundo nombre es nada menos que Hussein. Un símbolo de rechazo absoluto a la política de los dos Bush que erigieron el miedo y la paranoia como un programa de gobierno mundial.
Estados Unidos se reencontró con su destino republicano gracias a un gran comunicador que motivó a millones de norteamericanos a contribuir económicamente con su campaña. Movilizó a jóvenes y apáticos. Es para volver a creer en el sueño americano, para ratificar la fe en la democracia y reverdecer la trascendencia para el éxito de una sociedad cuando sus instituciones funcionan.
Obama, consciente de la grandeza del triunfo y de su misión, tras la victoria señaló: “Si hay alguien que todavía dude de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible; que todavía se pregunte si el sueño de nuestros fundadores está vivo en nuestros tiempos; que todavía cuestione el poder de nuestra democracia, esta noche tiene una respuesta”.
Insistió: “Estados Unidos ha enviado un mensaje al mundo”, al mismo tiempo que pidió paciencia para atender los problemas bélicos y financieros del país, a los que consideró sus mayores desafíos. Y tiene claro que: “En este país, avanzamos o fracasamos como una sola nación, como un solo pueblo”.
Pero la esperanza no dejó de latir en sus encendidas palabras al recordar las dos guerras, al planeta en peligro y la peor crisis financiera del siglo; y agregar: “Hay también nueva energía que aprovechar y nuevos empleos que crear; nuevas escuelas que construir y amenazas que enfrentar; y para que nosotros tengamos liderazgo, hay alianzas que reparar”.
Finalizó su discurso con un alegato sobre el reverdecer del sueño americano: “Y a todos los que se preguntaban si el faro de Estados Unidos aún luce tan brillante: esta noche demostramos, una vez más, que la verdadera fortaleza de nuestra nación no viene del poder de nuestras armas o del tamaño de nuestra riqueza, sino del poder duradero de nuestros ideales: democracia, libertad, oportunidad y una inflexible esperanza”. Sus retos serán arduos y decisivos para el progreso y la paz del mundo. Éxitos.