10 feb. 2025

Un hecho inesperado

“Aunque hubiera, desde la Edad Media, esos movimientos a favor de la vida evangélica que acabé de evocar, escribe Eduardo Hoornaert (Amerindia), el papado no hizo eco. Durante todos esos siglos, no se hablaba de la pobreza en los altos escalones de la iglesia. Era tabú. El Papa no tomaba posición”.

“Es dentro de esa historia ‘de larga duración’ que, inesperadamente, dos semanas antes de la apertura del Concilio Vaticano II (setiembre 1962), en una emisión radiofónica, el papa Juan XXIII dijo: “la iglesia es de todos, pero es antes de todo, una iglesia de pobres”. Frase que rompe un silencio de siglos.

Era la primera vez que la más alta autoridad eclesiástica declaraba que la pobreza evangélica era un desafío para la Iglesia. De repente, el discurso de Jesús en la sinagoga de Nazaret resonaba en el Vaticano”.

También “es cierto, un pronunciamiento del Cardenal Lercaro que, en un discurso en la Asamblea, declara que el tema de la pobreza merecería ser el ‘único tema del Concilio’. El cardenal fue profusamente aplaudido. Pero enseguida descendió un manto de silencio. No se habló más de la pobreza en el Aula Conciliar. Los obispos continúan con los temas que les interesan: reforma litúrgica, ecumenismo, modelo de Iglesia, dogma, lucha contra el Comunismo, seminarios y casas de formación, moral... La pobreza no es un tema del Concilio Vaticano”.

Pero “es en América Latina que esa corriente subterránea aflora a la superficie. Si el Concilio en Roma atribuyó poca atención a la cuestión de la pobreza de amplios sectores de la humanidad, no se puede decir lo mismo de la Conferencia General de Obispos de América Latina que se realiza en Medellín en Colombia) en el año de 1968”.

Los obispos latinoamericanos asumen con coraje una postura de “Tercer Mundo”. Hacen una “opción por el pobre”.