Lunes|24|NOVIEMBRE|2008 - grolon@uhora.com.py
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¡¡¡Puff!!! ¡¡Por fin llegaron!! Es más, no solo llegaron sino que incluso se fueron de nuevo. ¿Que quiénes llegaron? Pues los famosos y esperados 100 días de gobierno de Fernando Lugo. ¡Y dale con lo de los 100 días! exclamará usted señor, usted señora, que -me los imagino haciendo un gesto de hastío- a estas alturas deben estar saturados después del atracón del fin de semana que los medios de prensa nos dimos con el tema.
Pero, bueno, que se le va hacer, es el monotema de la semana y el hecho de que el propio presidente de la República tenga prometido para mañana presentar su propia evaluación no nos deja otra opción que seguir hasta el empacho con la onda evaluativa de los benditos cien días.
No voy a entrar en el tedio de destacar lo positivo o lo negativo, tampoco en la cuestión de reclamar que faltó impulso a tal o cual aspecto, o que se olvidaron de tal otro, o que lo positivo estuvo en aquello de allá y no lo de acá. Todos sabemos -más o menos- en qué esta bien, en qué regular y en qué va mal el Gobierno, que sigue haciendo historia desde el 20 de abril pasado. Y todos -también más o menos- coincidimos -como lo hicieron las encuestas publicadas el fin de semana- en que la cosa está en regular y medio.
En lo que quiero insistir y poner el acento es en lo tan auténticamente paraguayo -como dice la publicidad esa de una cerveza de venta en el mercado local- que resultó ser el gobierno de Lugo, en estos sus primeros cien días.
¿Y a qué viene todo esto? se preguntará usted, e inmediatamente la frase en cuestión le remitirá a Itaipú y Brasil y reflexionará: “Sí, por poco no prometieron recuperar la hidroeléctrica para el Paraguay, pero, hasta ahora, não pasa ninguém”, y es probable también que recuerde la otra provocación brasileña, la de las ya frecuentes visitas de su ejército a las fronteras paraguayas pretendiendo que no ven las líneas demarcatorias, mientras, nuestro canciller, que será un buen señor, en momentos así parece bordear el autismo. Pues no, no me refiero a ese tipo de paraguayismo (si se puede llamar así a tamañas actuaciones).
En realidad, mi énfasis está en destacar lo obvio de toda obviedad, que a veces los paraguayos y las paraguayas pretendemos no ver, pero que el nuevo Gobierno lo pinta de cuerpo entero: nuestra cultura, nuestro teko, idiosincrasia o como quiera llamarlo. Esta administración -en la que, aclaro para lo que hubiere lugar, todavía confío y tengo muchas esperanzas y deseos de que haga bien las cosas- ha demostrado ser tan paraguaya como la que más. Es decir, sus integrantes siguen disputando entre sí el mínimo espacio de poder, el presidente y su vice siguen sin entenderse ni congeniar en cómo hacer las cosas bien, los partidos antiguos, nuevos y en proceso de formación que lo conforman pelean como perros y gatos por quedarse con las recaudaciones (el conflicto desatado entre Tekojoja y otros luguistas en Yacyretá así lo confirman).
En fin, la lista de hechos, casos y ejemplos es larga. Pero la cuestión de fondo es una sola: nuestros males son culturales y a donde debemos apuntar, si queremos un cambio en serio y real, es a modificar ese estado de cosas.