Cuando un nuevo presidente de la República asume la administración del país, su primer discurso generalmente marca la agenda de lo que será su gobierno. En ese sentido, el mensaje dado por Mario Abdo Benítez durante el acto celebrado el miércoles en el Palacio de López contiene los puntos estratégicos de lo que la ciudadanía puede esperar de sus próximos cinco años al frente del Poder Ejecutivo.
El tema que despierta mayor expectativa es el compromiso público de lograr consensos para construir una justicia verdaderamente independiente. La comprobación generalizada de que padecemos un Poder Judicial totalmente permeado por la corrupción y por el sometimiento a los intereses políticos y económicos es hasta ahora una de las mayores falencias del sistema democrático. Por ello han sido muy aplaudidas estas expresiones del mandatario: “No quiero un juez amigo. Un juez amigo hoy del poder va a ser amigo del poder de mañana y nunca va a ser amigo de la justicia. Vamos a construir una justicia independiente y valiente para que se acabe la impunidad en Paraguay”.
Un segundo punto considerado clave es el énfasis en impulsar y desarrollar una mejor educación, prometiendo convertirla en una verdadera “causa nacional”. Su convocatoria a tomar conciencia de que si la educación no es considerada como un gran desafío se estaría “hipotecando el porvenir de la patria” parece reflejar la dimensión en que se propone enfrentar la gran crisis que existe en el sector.
Aunque sobre el campo de la salud pública habló de modo general, es también significativa la promesa de avanzar hacia un sistema con acceso y cobertura universal para que el acto de ir a un hospital “no se convierta en un drama mayor que la propia enfermedad”. En un momento en que la mayoría de los hospitales y centros de salud están saturados de pacientes y muchos carecen de insumos básicos, la mención hecha por el mandatario suena como una bella pero todavía lejana posibilidad.
Han resultado también esperanzadoras las promesas de considerar la impunidad como un cáncer al que hay que vencer, de combatir con más trabajo a la pobreza, de promover la reforestación, de tener una visión estratégica sobre la soberanía energética, o la versión de que no se dará tregua a los grupos armados criminales como el EPP, tratando de que las personas secuestradas por ellos puedan retornar a sus casas, promesa rubricada por el abrazo con los padres del policía Edelio Morínigo.
Son palabras que suenan muy bien, pero hay que verlas traducidas en la acción. La ciudadanía es escéptica y está cansada de las bellas promesas de autoridades y políticos que nunca se cumplieron. El nuevo mandatario deberá demostrar con los hechos que esta vez puede ser diferente.