“Ud. es tan linda como mala”, me lanzó una vez el senador Rogelio Benítez, cuando tuvimos necesariamente que compartir un ascensor al que casi no subió porque mi camarógrafo y yo íbamos en él. Después se animó a compartir el viaje de tres pisos, no sin antes mascullar algo así como “y también, despreciable”..., aunque esto último ya no me lo dijo a la cara, sino que fue apenas perceptible. Fue el día en que me convencí de que los nicanoristas y yo no tendríamos jamás buen feeling. Primero, por nicanoristas -una triste raza aparte que contaminó el Partido Colorado- y luego por cobardes, ya que no son capaces de decir de frente lo que realmente piensan.
El senador colorado Rogelio Benítez , en más de una oportunidad, siempre fuera de micrófonos, en ocasión de eventos sociales o simplemente, off the record, reconocía que le era imposible terminar con las roscas mafiosas que operan dentro de la Policía Nacional.
Tanto fue así que no se le ocurrió cosa mejor que crear una Policía paralela, la que, según sus propias palabras en innumerables discursos, sería la que contara con funcionarios honestos, respetables y confiables. Nos vendía el cuento de que serían el paradigma de la seguridad y el aporte ciudadano más importante en el combate a la delincuencia. Y nació la PUE, la Policía Urbana Especializada, creación netamente rogelista , en una especie de puenteo a la corrupción institucionalizada, mecanismo hoy muy utilizado por el Gobierno de Fernando Lugo. Puenteó la corrupción policial porque no se animó a tocarla, no tuvo el coraje de hacerlo. Posiblemente, tampoco haya tenido realmente la intención, teniendo en cuenta el hasta ahora poderoso lazo que une la corrupción en sí y la protección política de esa corrupción. La PUE hoy no pasa de ser una fuerza insulsa sin ninguna trascendencia ni aporte significativo.
Por todo esto resulta paradójico que sea él, precisamente él, el mayor detractor de la gestión del ministro Rafael Filizzola. Y sea precisamente él, el que no se animó a meter la mano en la rosca mafiosa, el que critique a la diputada Desirée Masi por haber impulsado al interior de la Bicameral el paso de los fondos de la Comandancia de la Policía al Ministerio del Interior. Esto, sin siquiera mencionar la gala de mal gusto que hizo en un programa televisivo, al señalarle a la legisladora que actuaba impulsada porque el ministro es su esposo. Como si no conociéramos quiénes son Rafael Filizzola y Desirée Masi. Como si una trayectoria de lucha y compromiso social no avalara la gestión de ambos. Aún cuando ideológicamente sus posiciones puedan ser eventualmente cuestionables, mi experiencia personal me dice que así como hay verdaderos delincuentes disfrazados de políticos, también hay trayectorias, gestos y posturas, que deben tener peso a la hora de las comparaciones. Y, a riesgo de arrepentirme alguna vez, debo decir que las del ministro y la legisladora no han defraudado hasta ahora la confianza ciudadana o gremial depositada en ellos. La posición de Benítez, en todo caso, fue también aleccionadora, porque permitió visualizar a sus cómplices en el Senado. La bancada colorada -con excepción de Martín Chiola- y el Unace, apoyados por la sospechosa abstención de Alfredo Jaeggli, votaron por la postura del ex ministro del Interior. Señores, es simple lectura comprensiva, como diría el siempre admirable Arturo Rubín.