No leí el libro ni vi las películas. Basta leer la sinopsis para imaginarse la situación, y no pretendo hacer un paralelo porque me dijeron que el personaje de un político idealista que se vuelve corrupto con el poder tiene al final algo de consciencia, mientras que los protagonistas de nuestra tragedia parecen carecer de ella.
Si en la oposición hay más “desconcertación” que concertación, al decir de un destacado magistrado bermejo, en la disidencia de la ANR hay algo muy parecido, de hecho en el propio oficialismo hay confusión.
A no engañarse, ya sabemos de la mentada unidad granítica y que los colorados se unen con caca para cada elección, y que utilizarán en las campañas proselitistas bienes y fondos del Estado, y que manipularán todas las instituciones a su favor para volver a ganar y perpetuarse en el poder, y evitar la catástrofe que sería la caída del glorioso partido de Bernardino Caballero y…, perdón, yo también siento un poco de náuseas.
Podríamos decir que el vicepresidente es el Lugo de los colorados, y no le estoy haciendo precisamente un halago a ninguno de los dos. En la oposición no hay un líder único con billetera generosa como en el oficialismo, no es un ser supremo el que dará su bendición al candidato, salvo que el ex patrón del renunciante sacerdote decida intervenir.
El candidato más potable que tienen los disidentes colorados es Luis Castiglioni, pero él no puede ganar sin unificar a todos los irradiados por el nicanorismo, así como éstos no pueden sin una figura con quien identificarse. Pero cada sector tiene su propia agenda y están entre la falta de fondos o el cansancio a causa de desperdiciarlos.
Duarte Frutos tiene la capacidad de mantener en su entorno a un grupo al que da la falsa sensación de que protegerá y promoverá, pero al que siempre termina abandonando según su ánimo, no sin antes humillarlo y hacerle saber que va perdiendo su simpatía. Estas personas aceptan mansamente el tratamiento, no tienen opción, aunque algunos tienen la osadía de contradecirlo cuando intuyen que ya no tienen opción o que con ese amago de rebeldía podrían subir un poco en el escalón de su proyecto continuista.
Si realmente intenta imponer la candidatura de la ministra Ovelar, como lo hizo con Evanhy, Nicanor sabe que tendrá que ceder estancos en otras áreas. Por eso, más que la figura del “pato cojo”, en sus últimos meses de mandato todos los paraguayos y paraguayas debemos tener cuidado de no ser cogidos –en el sentido español, o no– por una fiera herida de muerte, dispuesta a usar su último aliento para dejar su semilla en nuestra lamentable historia, o llevarse consigo al infierno de la llanura a la mayor cantidad de los que están, precisamente, a su alrededor.