Gloria Ayala Person, presidente de la ADEC.
Cuando escuchamos que los robots están reemplazando a las personas en el trabajo, nos viene a la mente la imagen de una fisonomía humana metalizada y computarizada. Sin embargo, es un avance mucho más sutil, donde incorporamos la tecnología en innumerables procesos reiterativos, para ganar agilidad, aumentar la eficiencia y disminuir costos, así evitamos errores humanos, ahorrando costos laborales, cargas sociales, ausencias por enfermedad y otros.
La descripción que antecede podría considerarse como lógica empresarial, aunque algunos dirán que es una aberración capitalista que perjudica a los trabajadores. En mi opinión, la tecnología contribuye enormemente a la calidad de vida que conocemos actualmente y de una u otra forma, con mayor o menor impacto, probablemente vos y yo estemos disfrutando de una serie de ventajas que nos presenta cotidianamente.
Independiente al discurso y de ceñirse a lo políticamente correcto, me atrevo a invitarte a poner atención a la dignidad humana en el entorno laboral, donde estoy segura de que podemos contribuir bastante más que solo quedarnos en la estéril y banal discusión de si es correcto o no reemplazar empleo por máquinas.
También se analiza bastante el hecho de que la academia (desde la infancia hasta la universidad) nos prepara para un mundo que ya no existe, en lugar de implementar programas que fomenten las habilidades que se precisan para el mundo que se viene.
Encuentro mucha distracción en impactos que no podemos atenuar y en avances que no queremos detener, para no enfocarnos en las responsabilidades que tenemos en nuestro rol empresarial. Entonces, buscando la incomodidad de respuestas personales, me atrevo a plantearte algunas preguntas:
- ¿Qué estoy haciendo y qué podría hacer para mejorar la dignidad de las personas que trabajan en mi empresa?,
- Si las habilidades de los trabajadores no son las que vamos a precisar, ¿qué programa de capacitación puedo implementar o fomentar para prepararlos adecuadamente?,
- Si los trabajadores actuales no tienen las condiciones adecuadas para capacitarse tecnológicamente, ¿qué puedo hacer para asegurarme de que sus hijos esten mejor preparados para las empresas del futuro?
Estas y muchas otras preguntas podríamos formularnos para movernos a la acción y no quedarnos inmóviles viendo en el horizonte que nuestros colaboradores quedarán desfasados para conseguir empleos dignos en un futuro mediato.
En nuestro país el subempleo y la economía informal denigran a trabajadores que no encuentran en el sistema un espacio para desarrollar sus capacidades, así condenamos a la siguiente generación a repetir el ciclo de pobreza y ampliamos la brecha de oportunidades entre sus hijos y los nuestros. Nos han sido dado talentos y la orden de multiplicarlos, ahora es el momento de actuar en consecuencia.
Ser empresarios cristianos es mucho más que crear riqueza, debemos utilizar nuestros talentos para construir el reino del Señor en la Tierra, asumiendo nuestra responsabilidad de amar al prójimo como a uno mismo, impactando positivamente en nuestro espacio empresarial. Dios nos ilumine para tomar las mejores decisiones.