Por Caio Scavone
VILLARRICA
La Constitución del Paraguay, mediante el artículo 228, anuncia claramente que queda imposibilitado al rekutu presidencial el actual mandamás y el 234 inhabilita a un ministro de cualquier culto o religión.
Vale decir, así como reza la ley, no habrá rezo que pueda catapultar a un miembro de la Iglesia para presidente, así como para el mismo presidente. A no ser que se anulen estas incapacidades y se aplique luz verde para enhebrar el rekutu o se pueda colgar la sotana mucho antes de tentar ingresar al Palacio de los López.
Tan solo en nuestro país puede ocurrir que los dos candidatos a la presidencia de la República, ya visibles y a punto de entrar a la cancha, se encuentren hoy, y en este momento, impedidos por la Constitución Nacional, nada más y nada menos. Uno porque la reelección es una figura que no figura ni en figurita en la Constitución paraguaya, y el otro por ser religioso. Conste que se suprimió la necesidad de ser casado, pero esto sería el menor de los males, ya que: ¿Quién no querría ser la esposa de un candidato a la presidencia de la República?
La aparición de personas con un perfil independiente de la política tradicional es un reflejo de la incapacidad de la oposición de unirse y enfrentar al Partido Colorado. El aparente gran Encuentro Nacional apareció y desapareció con la misma velocidad y fuerza, como un cometa, ya que lo que vimos fue una luz brillante, pero la cola fue mucho más larga y dispersa, como está ahora dicho partido, realmente partido y disperso. Y como dice Fontanarrosa, cualquier estrella es un cuerpo inerte, opaco y que solo refleja brillos ajenos.
El ejemplo del obispo Piña, en Misiones, Argentina, ha cundido en nuestros políticos, y la victoria conseguida por este representante devoto insufló ánimos y ya miran al emérito obispo Lugo –¿con qué mérito?– como único capaz de dar una piña al oficialismo, y ven a este devoto como la alternativa de superar en votos al Partido Colorado. Pero no saben que la ANR tiene esa rara virtud, que es la de juntarse y conseguir esa famosa unidad granítica cuando las papas queman, o, en términos nuestros, cuando el puchero está por quemarse, y recurrir a antecedentes de los candidatos es su especialidad, por lo que el que tenga techo de vidrio debe hacer revisión minuciosa.
Y si los contactos del monseñor Lugo con San Pedro –no con el Apóstol, sino con el Segundo Departamento– son de tintes guerrilleros, deberá estar preparado para las pruebas que, según dicen los colorados, tienen guardadas como un as en la manga.
Los dos candidatos, o ambos candidatos a ser candidatos, cumplen un rol totalmente diferente para lo que fueron electos. Uno, el de la lista uno, encargado del bienestar de la población durante nuestra vida terrenal, recurre con mucha frecuencia a citas bíblicas; mientras que el otro, el encargado de orientar a los fieles para la vida eterna, quiere construir el camino en la tierra de tal manera que la autopista trazada nos lleve más rápido y mejor a ella. Vale decir, uno tiene el poder político y quiere gobernar con la Biblia; y el que tiene la Biblia quiere el poder político. Realmente estamos todos... ¡como los Adams!
La aparición en el ámbito político de personas mesiánicas, con escasa preparación general para manejar un país, es consecuencia de las malas elecciones que hemos hecho. Tuvimos presidentes de todos los tonos y matices, y los resultados no fueron halagadores que digamos. Ahora queda el sueño de que un sacerdote nos saque del atraso, pero lo más seguro es que, cuando no haya dinero ni para los sueldos, cada fin de mes nos diga: ¡Felicidades, que el reino de los cielos es de los pobres y que Dios te bendiga y Dios se lo pague! Gracias a Dios ahecha’'i la candidato cura, digo, candidato kuéra…