Se ha convertido en una mala costumbre, que cada semana se suspendan sesiones en el Parlamento por falta de cuórum. Esto sucede cada vez que nuestros representantes deben alinear los intereses políticos o económicos sobre algún tema en particular.
Mientras toda la población del país ya ha retomado sus actividades laborales, comprometiéndose de esta manera para superar la terrible crisis por la pandemia del Covid-19, desde el Parlamento las señales solo hablan del escaso compromiso de los congresistas. La semana pasada en la Cámara de Senadores lograron avanzar a un nuevo nivel del disparate.
La mesa directiva del Senado tuvo que verificar una sesión en la que sancionaron la ley que direcciona el dinero del Fondo Nacional de Inversión Publica y Desarrollo (Fonacide) para pagar la deuda que tiene el Ministerio de Salud Pública con 18 sanatorios que atendieron pacientes con Covid-19 en Terapia Intensiva. La ley fue aprobada por el pleno, pero posteriormente surgieron dudas sobre el cuórum legal.
La sesión se llevó a cabo en modalidad mixta, con senadores presentes y otros conectados en forma remota; en la revisión del video de la sesión se comprobó que solamente 19 senadores participaron de la misma, mientras que había 28 monitores encendidos durante el tratamiento de la ley, por lo cual se dio por hecho que todos estaban participando de la sesión para aprobar la ley.
El Congreso provee todos los recursos para que los parlamentarios realicen su labor de legislar de manera cómoda y segura, y pese a tener el privilegio de trabajar en un ambiente libre de riesgos y con todas las garantías, se comportan como adolescentes que hacen la rabona en el colegio. El problema radica en que estas “travesuras” de diputados y senadores cada semana, al dejar sin cuórum las sesiones, le cuestan mucho dinero de los impuestos al pueblo paraguayo.
El artículo 46 de la Constitución Nacional dice: “Todos los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos”. La Carta Magna manifiesta que en el Paraguay “no se admiten discriminaciones”, y que el “Estado removerá los obstáculos e impedirá los factores que las mantengan o las propicien”.
Sin embargo, y contradiciendo este espíritu, senadores y diputados mantienen el privilegio -entre muchos otros- de no tener la obligación de acudir a su lugar de trabajo, pues mantienen la modalidad de sesiones mixtas: presencial y virtual. Esto en principio no sería cuestionable si por lo menos diputados y senadores hicieran su trabajo de manera seria y responsable.
De hecho, los parlamentarios son los únicos que no retomaron por completo la actividad laboral presencial, a diferencia del resto de la población, de los funcionarios del sector público y los trabajadores del sector privado. El presidente de la Cámara de Senadores argumentó que esta disposición fue una recomendación del ministro de Salud, quien recomendó que el Parlamento retome las sesiones presenciales recién en marzo del 2022.
Cada sesión que senadores y diputados dejan sin cuórum es una ofensa directa a cada trabajador que de madrugada viaja en un colectivo atestado para ir a ganarse el pan de cada día. Este Congreso es un insulto para la ciudadanía. Los paraguayos nos meremos más respeto.