El apocalipsis financiero –presagiado por algunos analistas– que iba a generar la ley que fijó topes al interés de tarjetas de crédito nunca ocurrió. Es cierto, en el balance el sistema bancario perdió más de USD 100 millones en cartera, pero el negocio se reacomodó al cumplirse tres años de vigencia.
En octubre del 2015 cuando efectivamente entró en vigencia la polémica normativa, la reacción inicial del sector bancario fue drástica: cortaron de una las promociones y plantearon una acción de inconstitucionalidad ante la Corte.
Esto generó de forma inmediata un desplome en las ventas en el sector comercial pero, además, el malestar generalizado de sus propios clientes.
La reacción no se hizo esperar y miles decidieron cortar sus tarjetas; además, los comercios buscaron diversas alternativas de financiación –por fuera de las tarjetas– para mitigar la merma en las ventas.
Una vez pasado el ruido mediático de la vigencia de la ley, los principales jugadores del negocio se vieron en la necesidad de reactivar lentamente las promociones.
No podían seguir perdiendo dinero, se tuvo que reinventar el negocio. La primera medida fue suspender el reparto a mansalva de tarjetas, incluso, a personas que jamás tuvieron una mínima educación financiera.
A este perfil de usuario que literalmente usaba la tarjeta para bicicletear el mes no le renovó el contrato, es que la morosidad en esta cartera rondaba el 12%, casi cuatro veces el promedio ponderado del sector.
El promedio de interés pasó de la noche a la mañana de 48% a un 14%, era financieramente insostenible mantener esa estructura.
Algunos analistas bancarios dicen que los usuarios de esos 200.000 plásticos que salieron del sistema en este tiempo fueron a fondearse a las casas de crédito.
Pero como este sector que otorga préstamos no tiene un ente regulador que verifique sus operaciones, en concreto, no hay forma de comprobar hasta qué punto se dio este fenómeno. El análisis se sustenta en una observación empírica del crecimiento en el número de casas de crédito.
Durante los tres años de vigencia de la ley de tarjetas, en parte los efectos en la disminución del consumo a través de esta forma de pago se vio compensado por la avalancha de turistas de compra procedentes de la Argentina.
Según un estudio de la consultora MF Economía, en el momento de mayor auge, las compras con tarjetas de extranjeros llegaron a representar el 26% del total.
Ese fenómeno desapareció por efecto de la devaluación del peso argentino que se profundizó desde mayo de este año, y se calcula que las ventas en general disminuyeron en un 32%.
Hoy las transacciones con tarjetas de turistas retornaron a sus promedios normales, es decir, a representar cerca del 13% del total de las compras como era antes de la ley.
Es difícil pensar que el Parlamento vaya a modificar esta ley a tres años de su vigencia, sobre todo, porque los últimos datos del Banco Central muestran que en el último año la cartera total creció un 8,3%, a pesar de que las tasas están apenas en un 12,8%.
Al mes de agosto, 12 de los 14 bancos que operan en el negocio ya reportan crecimiento en cartera, el negocio no desapareció como advertían, lo que hizo fue cambiar su público objetivo y, de esa manera, reinventarse.