El análisis del patrón de contagio en Paraguay sigue claramente el del Brasil, desbordado por la mala gestión sanitaria de la pandemia. Es decir, no solo sumamos nuestra mala gestión, sino también somos vulnerables a otros gobiernos que no se comprometen con la vida de sus ciudadanos.
A nuestra histórica dependencia y vulnerabilidad económica del Brasil, con la pandemia se agregó la sanitaria con las graves implicancias en términos de la enfermedad y muerte de la población y los altos costos económicos que tendrá para el país.
Si la transformación económica de la región ya era un imperativo antes de la pandemia, la actual crisis sanitaria y económica nos demuestra la urgencia de analizar, proponer y discutir respuestas que no solo impidan volver a la misma situación anterior, sino sobre todo garanticen el desarrollo regional y con mayor autonomía.
A pesar de la riqueza que se generó en la región en las últimas décadas, la situación es desesperante debido a la falta de infraestructura en salud, la informalidad laboral y el bajo nivel de apego a las normas, mostrando que el buen desempeño económico no fue capaz de contribuir a la provisión de servicios sociales de calidad ni fortalecer la institucionalidad.
Hoy, la situación es angustiante por la ausencia de respuesta del Estado. Pero también es cierto que en todos los años anteriores se minimizaron los problemas estructurales y no se implementaron acciones, muchas de ellas conocidas y discutidas en diversos ámbitos de la sociedad esteña. La región está pagando muy caro el no haber sido más dinámicos y contundentes en las respuestas que se visibilizaban en el pasado como necesarias.
La transformación económica regional debe empezar por la diversificación, tanto en términos de sectores y ramas económicas para disminuir la vulnerabilidad. Pero para diversificar se requiere un gran esfuerzo en materia educativa. El plan que se diseñe debe considerar una profunda reforma educativa que a la par de mejorar la calidad en las competencias básicas también debe formar jóvenes que puedan insertarse en ocupaciones altamente especializadas y con dinámicas muy cambiantes.
La reconversión que requiere Ciudad del Este demanda mejores niveles de infraestructura física, social y energética. Sin estas mejoras sustanciales será difícil lograr la instalación de empresas que generen puestos de trabajo de calidad, formalizados, estables y cumpliendo las normas laborales.
Todo ello exige recursos económicos. Seguir vendiendo al país como barato en términos de impuestos y recursos humanos, tal como lo exponen las propias autoridades del Ministerio de Industria y Comercio, nos dejó en esta situación. ¿O realmente creemos que una ciudad como Foz de Yguazú se desarrolló con los niveles de inversión que tiene Ciudad del Este?
Si bien una mayor eficiencia de la inversión pública y la reducción de la corrupción van a ayudar, no serán suficientes. El país y particularmente la región esteña deben hacer el esfuerzo de cambios radicales en todos los ámbitos. La pandemia, además del dolor, debe dejarnos aprendizajes y la certeza de que es necesario el cambio.