Esta actividad se realiza en el Centro Experimental de Recursos Medicinales, ubicado en un espacio de 12 hectáreas en Itacurubí de la Cordillera, donde se promueve el rescate del conocimiento ancestral sobre las plantas y su uso medicinal.
Urbano Palacio, filósofo y antropólogo, uno de los impulsores del proyecto explica que esta propuesta es para que los padres, los tíos, los abuelos, las abuelas, les traigan a sus hijos, y se pueda transferir ese conocimiento de la medicina ancestral que se está perdiendo.
Desde hace ocho años, este espacio viene trabajando con dedicación en la recuperación de plantas medicinales nativas del Bosque Atlántico del Alto Paraná, muchas de las cuales están desapareciendo junto con su ecosistema. “Como otra vez muchas de las plantas medicinales nativas del bosque alto paranaense están desapareciendo, al desaparecer los bosques, desaparecen ellas también, necesitan determinado microclima”, explicó.
Inspirados en la cosmovisión del “buen vivir” de pueblos indígenas, el Centro apuesta por una convivencia respetuosa con la naturaleza, la memoria y las comunidades.
Circuito de mandarinas. Además del senderismo, durante las vacaciones de invierno el Centro Experimental ofrece otras propuestas como el circuito de las mandarinas, donde los visitantes pueden degustar mermeladas, jaleas, aceites esenciales, kombucha e infusiones producidas a partir de esta fruta altamente adaptada al suelo local. También se puede recorrer el espacio natural, que cuenta con senderos que conducen al arroyo, ideales para tocar el agua, respirar aire puro y reconectarse con el entorno.
“Esto no es solamente para las empresas, es la sociedad civil la que se apodera de esto y es de ellos esta herencia”, sostuvo Palacio. Las visitas están habilitadas todos los días, de 08:00 a 16:00, con agendamiento previo al (0982) 416-690 o a través de www.centroexperimentalrm.com
“El pueblo paraguayo es un heredero de una cultura maravillosa y estamos perdiéndola”, lamentó Palacio, al recordar cómo antes bastaba con salir al patio para preparar un té curativo. Hoy, dice, muchos niños conocen más el ibuprofeno que el uso del ambay.
“Queremos que los paraguayos no se queden desposeídos, sin conocimiento, como un paraguayo sin memoria”, añoró.