“Fracasaron los intentos de Occidente de aislar a Rusia”, decía un titular del periódico estatal Rossiisskaya Gazeta.
Los elogios de la élite rusa por el comportamiento de Putin en la cumbre contrastaron drásticamente con las reacciones en Washington, donde el gobernante Partido Republicano acusó al presidente Donald Trump de no enfrentar de la forma adecuada al líder ruso.
Si bien en Moscú se reconoció que la cumbre no produjo ningún avance en temas como Siria, Ucrania o el control de armamento, la atención se centró en el simbolismo generado por el hecho de que el líder de la mayor potencia del mundo estuviera sentado mano a mano con Putin tras cuatro años de aislamiento internacional desencadenado por la anexión de la región ucraniana de Crimea en el 2014.
“Es gracioso recordar los disparates de Obama y otros sobre que Rusia es una débil ‘potencia regional’”, dijo Alexey Pushkov, miembro de la Cámara alta del Parlamento ruso.
La oportunidad de que Putin se presentara con el mismo estatus que el presidente de EEUU era un objetivo importante para el Kremlin durante los preparativos de la cumbre, según personas cercanas a la política exterior rusa.
Putin ha basado gran parte de su atractivo a nivel nacional en una narrativa sobre el restablecimiento del peso internacional que Rusia perdió cuando desapareció la Unión Soviética en 1991.
Donald Trump, que lidió con un torrente de críticas por sus comentarios en una cumbre de Helsinki con el presidente ruso Vladimir Putin, dijo el martes que se equivocó en su conferencia de prensa conjunta y que quiso decir que no veía ninguna razón por la que no hubiera sido Rusia el que interfirió en las elecciones de 2016, en EEUU.
Trump dijo que tenía plena fe y apoyaba a las agencias de inteligencia de EEUU y que aceptó su conclusión de que Rusia interfirió en las elecciones. REUTERS