La última exhibición de la elefanta Ruperta fue dramática. Después de estar tres días aislada, tras su última recaída, el pasado domingo volvió a salir de su guarida.
Ante la presencia de 10 niños y siete adultos, quienes felices celebraron poder verla, la elefanta se arrinconó, levantó ligeramente la trompa y se quedó paralizada durante una hora, informó el portal El Mundo.
Los visitantes en ese momento entendieron que Ruperta, se estaba despidiendo. Lloraron todos, los adultos murmuraban e intentaban convencer a sus hijos de que Ruperta se pondría bien, hasta que el comentario de una de las cuidadoras desalentó más: “Ella está muy viejita. En cualquier momento se muere”.
Lo que nadie sabía era que Ruperta estaba destinada a morir, y no por vieja, sino por falta de comida.
Ruperta regresó a su espacio y solo los trabajadores del zoo la vieron por última vez. La encontraron muerta a las 9.00 del pasado martes.
Según relataron los cuidadores al medio español, ya en el 2013 se rumoraba que sólo le daban de comer una vez a la semana y que estaba desnutrida.
Pero según la trabajadora y sindicalista del Instituto Nacional de Parques (Inparques), Marlene Sifontes, su verdadero martirio comenzó en 2015, cuando estuvo dos semanas sin comer.
Tuvo varios cambios y restituciones en su dieta. El primer desmayo fue en marzo del año pasado, el segundo en agosto del mismo año, y el tercero este mes de junio.
Trabajadores y ambientalistas aseguraron que en marzo del 2017 llevaba un mes comiendo mal, sólo le daban pasto y calabaza, lo que además le generó diarrea.
El presidente Nicolás Maduro desestimó la información y dijo que se había creado “una novela” para desmoralizar a la gente.
Su último diagnóstico reveló que de los 135 kilos de comida que debía consumir en un día, Ruperta sólo estaba ingiriendo 10 kilos. Le daban bambú que cortaban del parque y zanahorias, confirmó la ambientalista Maribel García.
La misma mujer presumió que de las cuatro toneladas que debía pesar, la elefanta murió con dos toneladas y media de peso.
Ruperta llegó a tierras caribeñas con tres años de vida, durante los años 70. En la comunidad comentan que fue un niño visitante quien le dio nombre.