“Vi que la frontera era la llave de la paz, sé que esto es un contrasentido, pero es la realidad”, aseguró durante la presentación hoy en Madrid de la edición en español de su libro (Gedisa) el hombre que intentara, junto al Che Guevara, extender la revolución a Bolivia en la década de los 60.
Los palestinos le transmitieron a Debray que anhelaban las fronteras para poder “estar en su casa”, en contraposición al muro que les separa ahora de Israel y que, asegura el francés, defienden los “imperialistas clásicos” como el virtual candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump.
Para el filósofo galo, que reconoce jugar el papel de “abogado del diablo” al defenderlas, las fronteras son un “medio para coexistir”, y son imprescindibles porque, a su juicio, la convivencia de dos culturas distintas es insoportable.
“No es posible el mestizaje que defiende el multiculturalismo porque es un fenómeno antropológico que la convivencia de dos comunidades culturales distintas exacerba los tradicionalismos”, argumenta Debray.
Desde su punto de vista, las fronteras deben ser “puerta y puente” y, pese a que en los billetes de euro sólo aparezcan los segundos, las puertas son imprescindibles para que no se imponga “la ley del más fuerte”.
En ese sentido, el inventor de la “mediología” y antiguo miembro del Partido Socialista francés señala que las puertas deben estar entreabiertas, en lugar del “cierre vergonzoso” que ha hecho Europa en la actual crisis migratoria.
El también autor de obras como “Revolución en la revolución” (1967) o “Crítica de la razón política” (1981) cree que obviar las tradiciones ha sido el problema del marxismo, al que actualmente se debería “tomar más en serio” por lo que puede aportar en el plano económico.
“El marxismo me parece necesario pero insuficiente”, puntualizó antes de defender la “compatibilidad” de una visión del mundo que no reniegue del marxismo pero, a la vez, preserve “la religión, el idioma, las identidades culturales y las costumbres”.
En ese sentido, se declaró seguidor del filósofo alemán Walter Benjamin, a quien Debray dedicó el libreto de la ópera “Benjamin, dernière nuit” (“Benjamin, última noche”), y al que define como un hombre “sumamente paradójico” en el que conviven “progresismo y conservadurismo”.
“Como Pasolini en Italia u Orwell en Gran Bretaña, era un hombre que no escupía en el pasado y reconocía un deber de asumir cierta tradición pero manteniéndose del lado de los oprimidos”, manifestó Debray antes de concluir que, para salvar la “idea revolucionaria”, es necesario sumarle “algunos puntos de cultura”.
El filósofo galo reconoció también que le causa temor que se forme un círculo vicioso entre la “globalización capitalista y la territorialización nacionalista”.
Esos dos polos los encarnan, a su juicio, la “americanización tecnoeconómica” liderada por Estado Unidos y, en el otro extremo, la “desculturización del islamismo radical”.
Sobre el fundamentalismo religioso, a este autor le llamó la atención hace tres o cuatro décadas que quienes lo profesaban eran quienes salían de las universidades científicas, mientras que los progresistas o laicos eran los de letras.
“Elogio de las fronteras” es un recorrido sobre el concepto de frontera en la historia, a través del cual el autor reta al lector a comprender que la idea de frontera no sólo no se ha diluido sino que “emerge en nuevas y sofisticadas formas”.