Por José Bergues, paste president de ADEC
Es prematuro aún conjeturar cuál será el impacto sobre la economía de las restricciones impuestas a raíz de la pandemia. En cualquier caso, los empresarios hemos aceptado que será necesario reinventar nuestras empresas -como ya lo estamos haciendo-, en el escenario de esta “nueva normalidad”.
Las formas de trabajo virtual, la logística renovada, los servicios a distancia, son innovaciones que ya estaban presentes, pero que han sido potenciadas por el distanciamiento social y la necesidad de mantener activa la economía. A pesar de ello, han cerrado muchas pequeñas y medianas empresas, y numerosos colaboradores han quedado sin trabajo.
Por otro lado, la percepción positiva de las medidas gubernamentales se ha ido deteriorando, a raíz de numerosas deficiencias ciudadanas y de hechos de corrupción que mencionamos en anteriores columnas. Incluso las medidas sanitarias, que parecían adecuadas, se han tornado discutibles por el importante incremento de contagiados y fallecidos en las últimas semanas.
No está en manos exclusivas del Gobierno solucionar los problemas generados por incompetencia o corrupción de sus administradores. Las autoridades deben comprender que cualquier plan de reactivación debe contar, necesariamente, con la colaboración del sector privado y de las organizaciones de la sociedad civil. La pretensión extendida de que “el Gobierno tiene la solución”, ha sido refutada por los hechos en todo el mundo, y el Paraguay -con una administración onerosa, sobrepoblada de funcionarios en que muchos están allí, no por méritos propios sino por clientelismo político–, es un exponente notorio de esa realidad.
La información necesaria para hacer negocios está dispersa entre los individuos que participamos en la economía, sea como compradores, vendedores o gestores de empresas. Lo nuestro es la microeconomía; lo de los gobiernos es la macroeconomía, que depende de leyes y regulaciones estatales, y por lo tanto tiene una rigidez y una inercia que solo responde con retraso e ineficiencia a las siempre cambiantes circunstancias.
Buena parte de las empresas paraguayas impulsan un profundo compromiso con la innovación, basada en informaciones de los gustos, preferencias, necesidades y hábitos de compra de los clientes, que son monitoreados día a día en los negocios. Eso les permite cambiar con celeridad sus propuestas de valor, lo que es valioso para su público-meta y para la sociedad. No tienen la enorme inercia de un Estado mastodóntico, falto de reflejos y de incentivos para mejorar – excepto en algunas reparticiones que tienen la fortuna de contar con administraciones eficientes.
Hoy se presenta la invalorable ocasión de demostrar que Gobierno, empresarios y trabajadores, estamos en el “mismo barco” que se llama Paraguay, y tenemos la casi inédita oportunidad de cooperación permanente, para restablecer un desarrollo inclusivo, de tal forma que la honradez y eficiencia sean el marco de país que la actual generación dejará a sus descendientes. La alianza y colaboración público privada no debería ser sólo para proyectos de infraestructura, sino una modalidad constante para afrontar los ingentes desafíos que tenemos por delante.