Por Cristian Cantero
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El viernes por la tarde, el movimiento en la Municipalidad de Asunción era incesante. Era el último día de trabajo para la administración saliente antes del cambio de mando. En su oficina, el intendente Enrique Riera firmaba los últimos papeles, de los más de tres millones que asegura pasaron por sus manos en estos cinco años. Más que cansado, se lo nota muy desgastado y con unas canas demás. “Si ven mi foto de cuando era candidato, no me van a conocer”, afirma con ironía. Pese a las numerosas críticas que recibió, señala que hizo lo mejor que pudo y deja un municipio con menos déficit del que encontró.
–Si tuviera que destacar los puntos más altos de su administración, ¿cuáles serían?
–En primer lugar, el ordenamiento interno administrativo, que no se ve. En segundo lugar, la construcción de los asfaltados sin costo a los frentistas. En cinco años se pasó del 10 al 15 por ciento de las calles asfaltadas en Asunción, sin ninguna demanda y sin ningún costo. Luego, haber levantado el Mercado de Abasto y la Terminal de Ómnibus, que estaban destruidos y abandonados. Pero, probablemente, lo más visible haya sido la recuperación y restauración del Teatro Municipal que estuvo cerrado por más de 12 años.
–Uno de los reclamos más insistentes de la ciudadanía está relacionado al problema de la basura. ¿Considera que ha tenido un déficit en ese aspecto?
–Sucede que uno recibe el servicio que paga. Si se evalúa el Área Metropolitana, van a encontrar que Asunción es el municipio donde se paga más barato por este servicio. Además, cuando no alcanza la plata para todo, uno se basa en prioridades. La gente cree que la Municipalidad sólo es una empresa de servicios, pero, en la práctica, es un órgano gestor del desarrollo en la parte social y cultural, que lleva mucho dinero. Tapar más de 30 hectáreas de basura cuesta hoy 10.000 dólares por día. Si yo hubiese cerrado el área social y el área cultural, probablemente podría haber invertido en lo que la gente reclama: tapar los baches y recoger la basura. Pero es una cuestión de visión.
–¿Cree que hizo más o menos de lo que se esperaba?
–Creo que hice menos de lo que yo mismo esperaba. Las dificultades fueron mucho mayores de las que yo mismo creí que iba a encontrar. Pero también puedo decir con franqueza que hice el máximo esfuerzo, hice lo que podía con lo que tenía, con un gobierno responsable.
–¿Cuál fue el peor momento en su administración?
–Claramente, el peor momento fue el 1 de agosto de 2004. La tragedia del Ycuá Bolaños marcó mi vida, la de mi familia, la del Municipio de Asunción y la del Paraguay. En un momento dado pensé que podía renunciar, sobre todo viendo todo lo que pasó. Pero después, en homenaje a este señor (muestra la foto de su padre, Enrique Riera), él me decía siempre que la salida más fácil era renunciar, pero que había que quedarse y ayudar. Esa fue la razón por la que me quedé.
–¿Y su mejor momento?
–Fueron varios. Pequeños pero muy intensos. Por ejemplo, cuando cada año entregábamos las becas a los mejores egresados de los colegios públicos de Asunción; era algo emocionante, porque no es que tengan doble apellido o tengan parientes capos o sean colorados, simplemente por el hecho de trabajar 12 años estudiando tienen el futuro asegurado. Otra satisfacción fue la inauguración del Teatro Municipal.
–¿Se sintió traicionado por algunas personas?
–Más que traiciones, lo que hubo fueron decepciones. Yo esperaba mucho de alguna gente y no aguantaron el ritmo. Por otro lado, de quien menos esperaba vi un rendimiento extraordinario.
–En un momento dado se habló de una eventual reelección suya. ¿Eso no se dio por la coyuntura política o por qué?
–La decisión de no aceptar la reelección fue una decisión libre, sincera y espontánea. La gente no evalúa que yo tengo 47 años y hace 25 que hago gestión pública. Son siete elecciones nacionales y siete internas. Son 14 elecciones en 25 años; y esto implica pérdidas de horas con la familia, problemas de la salud personas y, naturalmente, un déficit en la economía personal. Entonces, consideré conveniente para mi mismo hacer una serena reflexión de mis aciertos, de mis errores y, realmente, si vale la pena seguir haciendo gestión pública en estas condiciones.
–¿Algunos proyectos dejaron de concretarse por culpa de la oposición, o esto no influyó?
–Creo que la autonomía política claramente me generó limitaciones económicas. Yo represento a un sector dentro del Partido Colorado y siempre me moví de una manera muy autónoma. Por eso probablemente no salió la Franja Costera y también me trancaron el Sistema de Gestión Tributaria en la Contraloría General de la República, cuando que es un proyecto que está basado en una ley. Eso me hubiese permitido informatizar todo el municipio y ampliar la base tributaria para mejorar la recaudación y la inversión. Pero me manejo con realidades.
–¿Cómo fue su relación con el presidente de la República?
–Mi relación con él es buena. Yo fui su compañero de facultad, fui dos años su viceministro. Además, yo no soy un tipo conflictivo. Yo he conversado con los 12 sindicatos, con los 24 concejales. Lo que pasa es que yo tengo criterio propio, tengo un equipo propio, un grupo de jóvenes con el que venimos trabajando desde hace 25 años, formamos un movimiento propio, así que en algunas cosas coincidimos y en otras no estamos de acuerdo y mantenemos diferencia.
–¿Qué le espera a la nueva intendenta, sobre todo con una Junta Municipal en manos de la oposición?
–Probablemente va a tener problemas de gobernabilidad, que espero no se den, ojalá no le apliquen una ley de la obstrucción. Sí un control a fondo, como me controlaron a mí. Yo recibía un pedido de informe de la Contraloría cada tres días; más de 1.200 pedidos de informes de cosas que hice en cinco años. Pero tuve la suerte de construir una mayoría que en su mejor momento fueron 17 y en los momentos más difíciles 14. Durante cinco años tuve aprobadas todas mis ejecuciones presupuestarias, las licitaciones, los contratos y superé las dificultades.
–¿Cuál será su futuro político, a partir de ahora?
–Estoy alejado de la política. Cuando hablo de no presentarme a la reelección o de alejarme de la política lo hago muy en serio. Realmente estos días y estos años fueron muy duros para mí y para mi familia, y me pregunto si vale la pena. Me da la impresión de que la gente no valora las conductas, lo que quiere es resultados a cualquier precio y yo heredé de mi padre una conducta que es innegociable. Puedo cometer errores, pero yo he manejado 150 millones de dólares, sin tocar una moneda, y eso me ha generado un montón de problemas de todo tipo, institucionales, personales y, aún así, algunos consideran displicentemente que mi gestión no fue buena. No creo que fue la mejor, pero tampoco creo que fue la peor.
“La ciudad no estuvo acéfala”
Respecto a los numerosos reclamos de vecinos en los últimos días, el intendente Enrique Riera destaca que no estuvo “desaparecido” ni con los “brazos caídos”.
“Lo que sucede es que hay un enlace o una transición y no se toman decisiones casi sin consultar con el gobierno entrante y que puedan afectarles a ellos. Así fue que se tomó la decisión de pagar el aguinaldo y, entonces, se paralizó la inversión en asfalto, combustible y reparación de recolectores de basura. Después vino la tormenta y se complicó todo. La tapa del diario Última Hora (del viernes 15) dice que no se hizo nada sobre la calle Gondra. Arreglar ese agujero cuesta 400 millones de guaraníes y tarda tres meses de trabajo. Entonces, ¿qué tengo que hacer? ¿Tomo yo la decisión? Hablé con el enlace y les mandé a ellos el presupuesto, y la decisión quedó a cargo de ellos”, aclara.
Sus frases
“Voy a descansar y devolver a mi familia las horas que les privé. Luego me dedicaré al sector privado y a mi profesión de abogado”.
“Tal vez, en el mundo de hoy, un buen gobernante sea el que mejor comunica lo poco que hace y no a la inversa. Ese fue mi error”.