Por Miriam Morán
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Sí, qué mala pata andamos teniendo los paraguayos. Y me refiero a todos, porque nadie puede considerarse afortunado cuando funcionarios públicos del país les roban alimentos y medicamentos a los escolares, a las embarazadas y a los recién nacidos más pobres.
En la semana que culmina, nos enteramos de que la Contraloría detectó malversación en el Programa de Complemento Nutricional del Ministerio de Educación. Hay cheques destinados a la compra de los alimentos que no llegaron a las cooperadoras escolares y hay leche comprada que no contiene los nutrientes especificados en la ley. Resultado: alumnos que se quedan sin alimento (el único del día en muchos casos).
La Contraloría también informó que encontró graves irregularidades en la provisión de bolsas de parto de un año y medio atrás: más de 11.500 kits nunca llegaron a las usuarias. Resultado: mayor riesgo para la vida de las madres y de los recién nacidos.
No hace mucho un amigo se quejaba diciendo: "¿Por qué no ‘tragan’ el 30% y destinan el 70% a lo que está establecido; por qué no roban de cualquier otro ministerio, que no sean Salud y Educación? Y ante tanta corrupción y tanta gente en la miseria, confieso que es fácil sumarse a sus expresiones, pero eso implica que se acepta la corrupción estatal a condición de que los beneficios del presupuesto nacional alcancen al menos a los desposeídos. Y eso no es justo.
Mire que hay mucha gente laburando incansablemente, invirtiendo en el país sin estar prendida de la vaca estatal, intentando mejorar la condición económica, buscando alternativas de desarrollo… Yo siento una gran frustración porque ese esfuerzo es pisoteado por funcionarios corruptos y políticos ídem. Imagino cómo se sentirán esas personas que siguen apostando por Paraguay.
Pero no resigno la idea de que este país, mi país, su país, tenga que ser como la mayoría de su población: honesto. No creo que los sinvergüenzas sean mayoría, tienen más poder, pero no son más.
Claro que arrebatarles el protagonismo no es tarea sencilla, ni se puede lograr de forma inmediata. Requiere participación de sus ciudadanos, una acción perseverante. No olvide que la insistente gota de agua termina por horadar la roca.
Además, como alguien escribió: sin participación ciudadana, la transparencia es solo simulación.