Este es el momento ideal porque nos encontramos casi en la mitad de su mandato, que en el Paraguay es de cinco años, pero dividido en dos etapas absolutamente diferentes.
En los dos primeros años no existe ni una sola elección que distraiga o afecte la gestión del presidente, pero en los siguientes tres años se entra en un verdadero torbellino de elecciones.
El año que viene deberán realizarse elecciones para elegir a 256 intendentes y 2.730 concejales municipales, y en los siguientes años, a 17 gobernadores, 228 miembros de juntas departamentales, 80 diputados, 45 senadores, 1 vicepresidente y 1 presidente.
La experiencia que tuvimos con nuestros últimos presidentes ha sido nefasta, con dos primeros años en general muy buenos, y con tres años posteriores desastrosos, porque se perdieron en el laberinto de los intentos de reelección primero o en los deseos de elegir a su sucesor después.
En el caso de Abdo Benítez ya los primeros dos años han sido muy malos, con la economía cayendo y el desempleo, la pobreza y la desigualdad creciendo.
Es cierto que en estos dos primeros años que solían ser de tranquilidad para el presidente, Abdo Benítez tuvo que sufrir las “siete plagas de Egipto”, como dice Manuel Ferreira, con sequías, inundaciones y la tragedia del coronavirus.
En los próximos tres años este gobierno tendrá desafíos gigantescos: como reactivar la economía, contener los graves problemas sociales y recuperar el equilibrio macroeconómico que se está perdiendo. Pero, a su vez, estos desafíos los tendrá que enfrentar en medio del torbellino de varias elecciones que generarán enfrentamiento y división.
Es compleja la política, pero en este momento de evaluación es necesario recordar que la misma se divide en dos grandes tiempos diametralmente opuestos.
El primer tiempo es competir y ganar las elecciones, es el momento de los movimientos políticos, de las candidaturas, de los operadores y del financiamiento de toda esa infraestructura. Ese es el momento en que debe conseguirse el dinero de los ricos y el voto de los pobres, para lo cual el arte del candidato es “la indefinición”.
El segundo tiempo llega una vez que se han ganado las elecciones, es el momento de enfrentar los grandes problemas de la sociedad: la pobreza, la enfermedad, la ignorancia y la inseguridad. Ese es el momento de propuestas concretas para enfrentarlos, es el momento de “la definición“ del gobernante… y muchas veces de la desilusión de sus seguidores.
El idioma de Shakespeare supera ampliamente al idioma de Cervantes en la comprensión de este tema. En inglés se usa la palabra “politics” para las disputas electorales donde se busca la obtención del poder, mientras que se usa la palabra “policy” para las propuestas y programas de gobierno.
Sin embargo, en el español a ambos momentos le decimos “política“; algunas veces usamos incorrectamente y en forma despectiva la palabra “politiquería” para la parte electoral; mientras que para el momento de gobernar a veces hablamos de “políticas públicas”, que suena mejor, pero que el común de la gente no lo entiende.
Ante los gigantescos desafíos que tiene en los próximos tres años el gobierno de Abdo Benítez y ante la imposibilidad de su reelección, él debe concentrarse en la “policy” generando propuestas concretas, combatiendo frontalmente la corrupción y el contrabando, poniendo a la mejor gente en su gabinete y buscando el apoyo de la sociedad civil para sus propuestas.
Este es el mejor seguro para llegar al 2023 y para irse por la puerta grande, porque si continúa en el toma y daca propio de la “politics”, la crisis se agravará y el futuro de su gobierno será muy incierto.