19 abr. 2024

Predios militares, nuevo hogar de damnificados por inundaciones en Asunción

Los predios militares de Asunción se han transformado en el refugio de las familias que tuvieron que abandonar sus hogares ante las inundaciones causadas por la crecida del río Paraguay y que se han instalado en precarias cabañas de lata y madera que llenan esos recintos.

predio militar

Los jóvenes construyen una vivienda improvisada dentro de un predio militar. Foto: EFE

Noelia F. Aceituno/ EFE

El desbordamiento del río Paraguay, todavía lejos de los 8 metros que marcan la alerta de evacuación, ha dejado sin casa a más de 25.000 personas, miles de familias que en buena parte proceden del Bañado Sur, más conocido como Tacumbú, según datos de la Municipalidad.

En ese barrio, 2.478 familias cargaron con sus pertenencias para buscar un hogar temporal en zonas más altas, a la espera de que vuelva a bajar el nivel del río.

De esas, 1.264 familias hacen ahora su vida en cuatro hectáreas del predio de la Primera División de Infantería, apenas a unos metros de sus antiguas viviendas, según explicó a Efe el técnico de la Secretaría de Emergencia Nacional y coordinador del refugio, Jorge Blanco.

Allí, vigilados por personal de las Fuerzas Armadas, los nuevos vecinos levantan sus chamizos, de unos 8x6 metros, e intentan seguir con su vida dentro de las instalaciones militares.

“Hay un reglamento de convivencia en el que está permitido el tema de venta de comestibles. Lo que está prohibido es el expendio de bebidas alcohólicas, juegos de azar y drogas peligrosas”, añadió Blanco.

Algunas de las cabañas, además de servir de techo para los damnificados, también actúan como despensas o copetines, pequeñas tiendas de alimentación en las que se puede comprar desde empanadas hasta detergentes para seguir con el día a día.

La vida, con sus estrecheces, sigue en este campamento improvisado en el que los inquilinos recién llegados se esmeran en hacer que la madera y las latas sean su nueva casa, mientras que los que ya llevan más tiempo, apenas 15 días, tienden su ropa a la puerta de su cabaña o descansan en las típicas sillas de cables de colores.

También hay columpios que se salvaron del agua en el Bañado Sur y que ahora sirven de diversión a los niños del predio y otros han logrado instalar pequeñas piscinas para mitigar el calor del verano paraguayo.

Más complicado resulta dar con un baño, ya que solo hay 58 sanitarios químicos en esas cuatro hectáreas, según la Secretaria de Emergencia Nacional (SEN), que trabaja junto con la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay (Essap) y la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) en habilitar duchas y grifos.

La limpieza es una de las cuestiones que preocupa dentro del predio militar, sobre todo por la proximidad del agua y la acumulación de basura, que pueden favorecer la aparición de los mosquitos vectores del dengue o el zika.

“Estamos solicitando la presencia del Servicio Nacional de Erradicación del Paludismo (Senepa) y hay recogida de basura tres veces a la semana”, explicó el coordinador del refugio.

Sin embargo, los damnificados por las inundaciones no ocultan sus reproches hacia la SEN y al Gobierno, y muchos se quejan de la falta de atención y de las dificultades para mudarse.

Una de las vecinas desplazadas del Bañado Sur, Lilian Ocampos, contó a EFE que “hay una fila enorme (de personas) que están esperando el material” y que llegan a estar así “un día, dos días, tres días...”.

Esta mujer reclamó la construcción de la Franja Costera para evitar nuevas inundaciones en los vecindarios ribereños, una petición a la que se unió su vecina Lucía Villalba.

“Ahora no estoy viviendo acá porque no consigo material, pero el agua me está rodeando”, expresó esta mujer, apostada junto a la carpa naranja que la SEN tiene a la entrada del refugio.

Dentro del predio, otra afectada por las inundaciones, Norma Fariña, sentada en la puerta de su casa rodeada de sus cuatro hijos, cuenta una experiencia similar.

“Hace 15 días que estoy aquí ya, pero antes estuvimos cuatro días en el agua porque no nos quisieron dar acá lugar”, afirmó, y lamentó que tuvo que gastar 21 dólares (120.000 guaraníes) en la mudanza.

A pocos metros de allí, en sus antiguas casas, el agua se encarga de recordar que todavía falta un tiempo hasta que puedan regresar y reconstruir sus hogares.

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