23 ene. 2025

Predilectos de Dios

Por P. Víctor Urrestarazu
Jesús mostró siempre su infinita compasión por los enfermos. Son innumerables los pasajes en los que el Señor se movió a compasión al contemplar el dolor y la enfermedad, y sanó a muchos como signo de la curación espiritual que obraba en las almas.
Jesús ha querido que sus discípulos le imitemos en una compasión eficaz hacia quienes sufren en la enfermedad y en todo dolor. “La Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo.” En los enfermos vemos al mismo Señor, que nos dice: lo que hicisteis por uno de estos, por mí lo hicisteis. “El que ama al prójimo debe hacer tanto bien a su cuerpo como a su alma –escribe San Agustín–, y esto no consiste solo en acudir al médico, sino también en cuidar el alimento, la bebida, el vestido, la habitación y proteger el cuerpo contra todo lo que le puede resultar molesto... Son misericordiosos los que ponen delicadeza y humanidad al proporcionar lo necesario para resistir males y dolores.”