Los celulares, las redes sociales y la hiperconexión están redefiniendo las relaciones humanas: se desarrollan ámbitos sociales cada vez más impersonales y brotan nuevos trastornos en la conducta. Los contenidos que se comparten en las plataformas virtuales están mediando, a su vez, el contacto con el otro y generan la “sensación de estar conectado todo el tiempo”, observa la Lic. Nitel Monges, sicóloga clínica y docente universitaria.
Esto vuelve insoportable la soledad. No se sabe qué hacer con ella y cuando “nos dejan en visto”, se convierte en ofensa, conflicto o indignación.
“Con las redes sociales la soledad se desprecia o no la toleramos. Y en el contexto de la hiperconexión, ‘estamos acostumbrándonos a estar acompañados’. Y esa compañía virtual se refuerza con los comentarios y me gusta de los demás en las plataformas digitales”, postula lo que entiende, va produciendo una incapacidad para pensar sin estar pendiente del resto.
“El ser humano necesita estar solo porque es el momento donde uno puede hacer un autoanálisis, una reflexión, puede evaluar sus decisiones, incluso del día, de la semana o poder proyectar las metas para el futuro”, reflexiona. Sin embargo, se está pendiente de “si lo que opiné cuántos me gusta tiene, o el título que alcé, mis notas o las de mi hijo... el exitismo constante y un refuerzo inmediato. Alzo y ya estoy controlando el feedback (retroalimentación) que tengo”, apunta.
Ansiedad. El problema subyace –dice– cuando publicar en redes se vuelve rutina y se empieza a planificar el día o la vida por lo que se subirá en las redes sociales: el tener que mantener actualizado el muro de Facebook, por citar, o programar un viaje con la idea de “cambiar mi estado”, convierte en trabajo el uso de las redes.
“Y termina interfiriendo en el disfrute: no disfruto porque tengo que contar constantemente lo que estoy haciendo. Lo otro es el exitismo: alzo (fotos) cuando estoy feliz y ¿qué pasa cuando no tengo logros? O ¿qué pasa cuando no tengo feedback o nada que reportar, nada que enviar y empiezo a comparar con lo que otros sí alzan? Entonces, esa comparación me frustra, me enoja, me afecta el estado de ánimo y puedo desarrollar una depresión o una ansiedad”, advierte.
Es crucial, aconseja, mantener una independencia emocional de lo que digan o publiquen los demás en cualquier red social. “No es bueno estar dependiendo de la retroalimentación del otro, sino tener un espacio de estar solo para analizar y aprovechar”.
Otro rasgo de estar hiperconectados se materializa en la falta de “necesidad de encontrarnos” con otros “para compartir novedades”, ya que cada cual se puede informar de lo que hace, piensa o planifica con solo visitar su perfil social.
“Hay una tendencia a planificar la vida con base en los posteos”, coincide, y cierra con una anécdota: “Total ya no tengo nada nuevo de qué hablar”, me decía una adolescente en consultorio sobre sus experiencias vividas en un intercambio cultural y que, según ella, posteó toda la semana”.