A esto se sumaron menores precios de exportación de soja y carne, menor capacidad de faena en el sector frigorífico, sucesivas crisis cambiarias y recesión en Argentina y menor dinamismo económico que el esperado en el caso del Brasil.
Este conjunto de choques internos y externos negativos produjeron una caída del PIB y de las ventas de productos y servicios del 2,8% en términos reales en el primer semestre. Asimismo, hasta setiembre las exportaciones registradas se redujeron un 15%, las importaciones en un 6% y el déficit en el mercado de divisas, sumado a la depreciación de las monedas de la región, impactó en una depreciación del guaraní frente al dólar en un 9% en lo que va del presente año.
Para contrarrestarlos, el equipo económico puso en marcha un conjunto de medidas monetarias y fiscales. El BCP redujo sucesivamente la tasa de interés, flexibilizó algunas regulaciones que facilitaron la refinanciación de las deudas del sector productivo e intervino en el mercado de divisas para suavizar los picos de cotización del dólar.
Por otro lado, el Tesoro optó correctamente por impulsar la reactivación económica y, a pesar de que los ingresos tributarios son inferiores a lo presupuestado por efecto de la recesión y que el déficit fiscal superará el tope de la Ley de Responsabilidad Fiscal, decidió priorizar la financiación de los proyectos de inversión pública y privada en infraestructura. Este conjunto de medidas empezaron a impactar gradualmente y los indicadores de actividad dan señales de reactivación a partir del mes de julio en adelante. Sin embargo, si bien el PIB crecerá en este segundo semestre, el mismo no será suficiente para compensar la caída observada en el primer semestre y por ello proyectamos una caída del PIB del 0,5% en el 2019, aunque cerrando el año en franca reactivación económica.
Mirando hacia el año 2020, el contexto internacional y regional se muestra desafiante en algunos aspectos y prometedor en otros. Por un lado, la guerra comercial entre EEUU y China sigue golpeando al comercio internacional y a los precios de los commodities. Si bien hay indicios de un acuerdo light entre ellos, las proyecciones del FMI indican una desaceleración económica en ambos países. Al mismo tiempo, el bajo crecimiento económico de los países desarrollados combinado con tasas de inflación persistentemente bajas, induce a los bancos centrales a reducir nuevamente y mantener bajas las tasas de interés, lo cual nos permitirá seguir accediendo a financiamiento externo en condiciones muy favorables. Por otro lado, la caída en la producción de carne porcina en China por efecto de la fiebre porcina africana genera un desequilibrio en el mercado mundial de carnes que probablemente induzca a un repunte en los precios en los próximos meses.
En nuestra región, también la situación es mixta. Brasil, nuestro principal socio, está consolidando la reactivación económica y encarando las reformas necesarias para mejorar su competitividad y lograr un crecimiento sostenido. Sin embargo, Argentina empieza el 2020 con un nuevo gobierno, con la incertidumbre respecto a la política económica y con perspectivas de otro año de caída del PIB, alta inflación y depreciación del peso argentino.
En resumen, considerando una buena siembra de soja, el mayor dinamismo de la economía brasileña y el ritmo de ejecución de los proyectos de infraestructura, esperamos que la economía paraguaya continúe este proceso de reactivación que se consolidará en la medida en que el clima sea favorable y tengamos una buena cosecha de soja en el primer trimestre del próximo año.
Si este fuera el caso, proyectamos un crecimiento del PIB del 4% para el 2020 y un incremento en el ingreso de divisas que llevará a una reducción concomitante en la cotización del dólar.